2019 UZT. 22 JOPUNTUA Neska zaharra Anjel Ordoñez Periodista Faltaban solo 48 horas para la Pascua. Los principales sacerdotes y escribas ya barruntaban la mejor manera de arrestar a Jesús, pero decidieron esperar a que pasase la fiesta, para no soliviantar al pueblo. El Mesías, entretanto, cenaba ese día en casa de Simón el leproso, en Betania, a solo tres kilómetros de Jerusalén. Entre platos, se acercó a él una mujer y derramó sobre su cabeza un carísimo perfume que guardaba en un vaso de alabastro. Esa mujer, cuya iniciativa, acaso sin saberlo, auguraba la extrema unción del hijo de Dios, era María Magdalena. Y quizá por eso, en tal día como hoy, en muchos pueblos de Euskal Herria es costumbre perfumarse hasta la extenuación entre bailes, canciones y biribilketas. Bermeo, Mundaka, Elantxobe, Arrigorriaga, Mutriku, Plentzia, Trapaga, Errenteria, Urturi... y otras localidades se apuntan desde que la memoria no alcanza, a esta alegre tradición cristiana, tamizada por siglos de sabiduría popular que en Euskal Herria ha llevado a convertir a Magdalena en Madalena, para no confundirla con el desayuno. María Magdalena era mujer de oscuro pasado a la que, según el Nuevo Testamento, Jesús liberó de siete demonios. Procedía de Magdala, un pequeño pueblo de pescadores a orillas del Mar de Galilea, al parecer un hervidero de actividad demoniaca. Y tras acercarse al Salvador, quedó libre de la séptuple posesión. ¡Milagro! Como es lógico, la mujer quedó eternamente agradecida a Jesús, y, desde entonces, mucho se ha especulado sobre la naturaleza de ese agradecimiento, y no siempre con buena fe. No hace falta que les diga a qué me refiero, ni que les recuerde la fama que esta santa hembra ha tenido en la tradición católica. También es verdad que desde 1969 la Iglesia ya no la considera una prostituta arrepentida, y el papa Juan Pablo II, en la carta “Mulieris Dignitatem”, se refirió a María Magdalena como la «apóstol de los apóstoles» y señaló que, en la Crucifixión, «las mujeres demostraron ser más fuertes que los apóstoles». En boca del patrono de la institución patriarcal por antonomasia, no es poca cosa. Pues nada, ya tienen ustedes tema de conversación y caldo de controversia para una larga noche en la barra de la txosna. Quizá por eso, en tal día como hoy, en muchos pueblos de Euskal Herria es costumbre perfumarse hasta la extenuación entre bailes, canciones y biribilketas