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INVESTIDURA FALLIDA

Sánchez rompe con Iglesias y cosecha 155 votos en contra

El fugaz intento de negociar un gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos concluyó ayer abruptamente con una nueva investidura fallida, tras la cual Sánchez ni siquiera se emplazó a seguir negociando. Si no hay acuerdo en dos meses, habrá elecciones en noviembre.


El 4 de marzo de 2016 Pedro Sánchez se convirtió en el primer candidato a la presidencia del Gobierno español en fracasar en una investidura. Entonces logró 131 votos, 45 más de los que tenía su partido, el PSOE. Ayer batió su record y se convirtió en el primer candidato en fracasar dos veces. Logró 124 votos a favor, solo uno más de los que tiene su grupo –el del voluntarioso PRC de Revilla–. Le bastaba con lograr más votos a favor que en contra, pero cosechó, memorable capricho numérico, 155 votos en contra. El aura con el que Sánchez lleva paseándose por Europa desde el 28A quedó ayer hecho añicos.

La jornada que se vivió en el Congreso de los Diputados se pareció más a un debate electoral que a una sesión de investidura. El candidato, con toda su bancada en modo grupi, sabía que no tenía los apoyos suficientes y dedicó la mayoría de sus 10 minutos de intervención a atacar al que se supone que es su socio preferencial, Pablo Iglesias. Le acusó de querer controlar el 80% del gasto presupuestario pese a tener tan solo el 25% de los escaños, le recordó su nula experiencia en gestión gubernamental y trató de contraargumentarle: «No conozco ningún dirigente humillado ante una vicepresidencia o un ministerio de España».

Iglesias, cuyo partido finalmente optó por la abstención, se mostró severo y grave, pidió respeto para su formación, afeó las filtraciones de la vicepresidenta, Carmen Calvo, defendió sus exigencias y lamentó la falta de seriedad de la negociación. Extremo que no impidió que él mismo siguiese restando seriedad al proponer una oferta de última hora desde el estrado: renunciar al ministerio de Trabajo a cambio de competencias en políticas activas de empleo. Se oyó un runrún en el hemiciclo, pero la propuesta no fue más allá del golpe de efecto.

El portavoz del PNV, Aitor Esteban, consideró después que, si la diferencia está en las políticas activas de empleo, el acuerdo no debería ser tan difícil. Pero fácil, visto lo visto ayer, no va a ser. El tono entre Sánchez e Iglesias fue durísimo. La intervención de la portavoz del PSOE, Adriana Lastra, que se dedicó a airear supuestos agravios durante todo su discurso, echó a tierra la última piedra de un puente que ya para entonces amenazaba con derrumbarse.

El calendario activado ayer da a los partidos dos meses para negociar otro intento de investidura, pero el encarnizamiento del PSOE con Podemos hace más real, a día de hoy, la repetición electoral. El verano es todavía largo y pueden ocurrir muchas cosas, pero si no hay acuerdo para setiembre, habrá elecciones el 10 de noviembre. Ayer Iglesias se despidió asegurando que están «a tiempo de salvar la investidura»; Sánchez lo hizo pidiendo confianza no a UP o al resto de partidos, sino «a los ciudadanos españoles». No hubo llamamiento público a seguir negociando.

Propuestas y exigencias

Antes de que la investidura acabase en un rotundo fracaso, ambos partidos estaban ya enfrascados en la lucha por cargar al contrario el muerto del desacuerdo. La batalla empezó de buena mañana, con los jefes negociadores de ambas partes –la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, por parte del PSOE, y Pablo Echenique por parte de UP– aireando diferentes versiones en diversos medios de comunicación.

El relato del PSOE aseguraba que UP rechazó la oferta de una vicepresidencia social para Irene Montero y algunos ministerios como Sanidad e igualdad. La versión de UP afirmaba que la oferta se limitó a las sillas en el Consejo de Ministros, pero que las carteras estaban desprovistas de competencias reales. Difícil sacar nada en claro, aunque el ridículo de la vicepresidenta puso de manifiesto la escasa voluntad negociadora del PSOE. Echenique le acusó de haber filtrado un documento de Unidas Podemos a la prensa, solo que con el título cambiado: donde los de Iglesias ponían «Propuesta», los de Sánchez escribieron «Exigencias». Calvo se defendió asegurando que el PSOE tuvo «la gallardía de no filtrar nada», pero los metadatos del pdf publicado en varios medios la desmintieron. Ese documento fue modificado y se filtró desde Vicepresidencia. Hay que andar más vivo en la era digital.

Satisfacción en la derecha

El presidente del PP, Pablo Casado, apenas escondió ayer su satisfacción. Se mostró sereno, crítico y, al mismo tiempo, conciliador; confía también en la repetición electoral. Nada que ver con un Rivera que ayer sonó aún más extemporáneo e histriónico. Su próximo objetivo: tratar de pescar en la indignación y el hartazgo de la sociedad. Su competidor, Santiago Abascal, no se lo pondrá difícil; ayer volvió a demostrar que es un pésimo orador.

 

EH Bildu y PNV repiten abstención

Los trastos que se lanzaron ayer PSOE y Unidas Podemos contrastaron con los llamamientos a la cordura realizados por los partidos vascos y catalanes. Antes del pleno, Mertxe Aizpurua (EH Bildu) y Gabriel Rufián (ERC) comparecieron juntos en el Congreso para anunciar su abstención como gesto de responsabilidad, en consonancia con su compromiso de «no abrir la puerta» a las derechas. Un mensaje repetido posteriormente en el estrado por el diputado soberanista Oskar Matute: «Los votos de EH Bildu no eran para que fuera presiente (Sánchez), no nos fiamos, sino para que Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal no sean presidentes, para no hacer posible el sueño azul».

A diferencia de los vascos, los catalanes votaron que no en la primera sesión del lunes, por lo que Rufián trató de teñir de épica el cambio en su sentido de voto, más si cabe teniendo en cuenta que los diputados de JxCat mantuvieron su voto negativo. Rufián lo hizo apelando a Junqueras en más de una ocasión y vistiéndose de Aitor Esteban (PNV) para aleccionar a unos y otros sobre cómo deberían hacer las cosas. A Sánchez le afeó el veto a Iglesias; al de Unidas Podemos, el hecho de rechazar la oferta de hasta cuatro ministerios, recordándoles que son un partido que apenas tiene cuatro años de vida.

Pero para hacer de Esteban ya está el propio Esteban, que recordó a Sánchez que tenía los votos jeltzales para su investidura «en el bolsillo», pero que ayer se confesó «decepcionado». Apeló, sin embargo, a seguir intentándolo: «Me niego a pensar que no podemos crear las condiciones necesarias para formar un gobierno en setiembre o incluso en agosto».GARA