2019 ABU. 20 Groenlandia no está «en venta», pero Trump sabe que vale más que nunca La intención de Donald Trump de comprar Groenlandia, como si se tratara de un negocio inmobiliario, puede parecer un chiste de mal gusto. Pero revela una gran competición geoestratégica con Rusia y China por el control de las nuevas rutas polares y los recursos minerales que ha cogido en medio a unos groenlandeses que mayoritariamente apoyan la independencia, pero no tienen la certeza de cómo sobrevivirían sin el apoyo financiero de Copenhague. GARA NUUK Puede que la idea de Donald Trump de comprar Groenlandia no sea seria, que se interprete como un arrebato de locura, como otra prueba que retrata a un personaje que piensa que nada tiene valor y todo tiene un precio. Pero es una idea que toca nervio y envía una señal a propios y extraños: EEUU está preparada para afrontar la competición geoestratégica por el control del Ártico. El derretimiento acelerado del hielo polar ha dejado a Groenlandia con un pie sobre las nuevas rutas marítimas del futuro y el otro en medio de la batalla de las potencias mundiales para controlarlas. Además, ha destapado grandes depósitos de recursos naturales (petróleo, minería y tierras raras) todavía no explotados que tanto codician EEUU, China y otras grandes economías tecnológicas. De hecho, el pasado año, el Gobierno chino se ofreció a construir tres nuevos aeropuertos internacionales en Groenlandia, algo que alarmó a Washington y Copenhague, quienes finalmente lograron cancelar el plan chino a cambio de más financiación para la isla. Un territorio que desde la II Guerra Mundial siempre ha sido esencial para la defensa de EEUU y en el que, desde 1943, tiene instalada su base más al norte. Concretamente en Thule, con 600 efectivos, especializada en el monitoreo de satélites y en la detección de lanzamiento de misiles. Lo cierto es que desde el final de la II Guerra Mundial, EEUU dejó de pensar y de invertir en el Ártico. Terminó por darse cuenta de que, para cuando el deshielo polar se aceleró, estaba en desventaja ante unos rusos que eran superactivos en la región, y unos chinos que ya se habían establecido en la misma. China, el recién llegado Sin reclamaciones territoriales en la zona, con su chequera y su poder blando, China es el nuevo invitado del Ártico con potencial para cambiar el equilibrio. Su impresionante flota comercial ambiciona pasaje libre y avituallamiento por las nuevas rutas polares. Su obsesión por las tierras raras y la presentación en 2018 de la estrategia de la “Ruta Polar Ártica” dan fe de sus intenciones. Para China no se trata solo de abrir nuevas oportunidades económicas; también de plantear nuevos desafíos a EEUU. Y este, a la vista de los hechos, ya es plenamente consciente de ello. Donald Trump prevé visitar en setiembre Dinamarca e Islandia, y en la agenda estarán Groenlandia y el control de la región ártica. La isla no es danesa, sino de los groenlandeses De visita en Groenlandia, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, reiteró que Groenlandia no está en venta «porque no es de los daneses, sino de los groenlandeses». Con un 80% de sus 2,16 millones de kilómetros cuadrados cubiertos por el hielo y sus 56.000 habitantes concentrados en las costas y en la capital Nuuk, los groenlandeses son prácticamente soberanos en su día a día, salvo en temas de Defensa y Exteriores. De hecho, como recuerda la diputada Aaja Chemnitz Larsen, del partido independentista de izquierdas Inuit Ataqatigiit (en groenlandés, comunidad inuit) «una clara mayoría de la población es partidaria de la independencia» aunque es consciente también de que «existen pocas certezas de cómo sobreviviría nuestro país sin los fondos de Dinamarca». Se mostró indignada, no extrañada, con las palabras de Trump: «Ya lo intentaron a finales de la II Guerra Mundial, ahora vuelven a la carga. Les interesa nuestra situación geoestratégica y nuestro subsuelo, no el país ni sus gentes». Y expresó su horror al ver que las reminiscencias de un pasado de esclavismo y de poder colonial siguen estando tan presentes y situadas a tan alto nivel. «Creen que es posible tomar o comprar un país y a su gente; que es como hacer un negocio inmobiliario». GARA ANTECEDENTES En 1803, Jefferson compró gran parte de Louisiana a Francia. En 1867, Andrew Johnson compró Alaska a Rusia. En 1917, W. Wilson compró las Indias Occidentales danesas, luego llamadas Islas Vírgenes de EEUU. GRAN INTERÉS Los demócratas ya ofrecieron 100 millones de dólares en 1946 a Dinamarca para comprar Groenlandia. La propuesta de Trump parece que no es seria, pero denota el gran interés geoestratégico de EEUU por el Ártico.