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VISITA TURÍSTICA A EZPELETA Y KANBO

A VILLA ARNAGA ESTA VEZ LE HA TOCADO CRUZ: DE LA HISTORIA AL ESPERPENTO

LAS PAREJAS, CASI TODAS MUJERES, DE LOS LÍDERES INTERNACIONALES REUNIDOS EN BIARRITZ, CASI TODOS HOMBRES, DISPONEN DE UNA AGENDA PARALELA ESTOS DÍAS, COORDINADA POR BRIGITTE MACRON, ESPOSA DEL PRESIDENTE FRANCÉS. AYER PASARON POR EZPELETA Y KANBO, DONDE VISITARON VILLA ARNAGA, QUE EN MAYO DE 2018 ACOGIÓ UN EVENTO MUY DISTINTO.


No hay término medio. Si hace poco más de un año la villa kanboarra de Arnaga acogió el acto internacional en el que se certificó el final de ETA, un hito al que no le queda grande el calificativo de histórico, ayer no tuvo más remedio que asistir a uno de los episodios más hilarantes de los que acompañan a la cumbre del G7, ya de por sí bastante ridículo en su grandilocuencia.

Es improbable que cuando el dramaturgo Edmond Rostand construyó como residencia esta casona de estilo neovasco imaginara que más de un siglo después fuera a albergar el último acto de una organización armada, pero seguramente le sería más difícil creer que iba a recibir una visita como la de ayer.

Con Brigitte Macron, y sobre todo Melania Trump, acaparando focos y fotos, las mujeres de algunos mandatarios del G7 y de otros países invitados posaron ante el palacete dentro del tour que realizaron por localidades cercanas a Biarritz. Mujeres, porque la práctica totalidad de los integrantes del selecto grupo son hombres, a excepción de Angela Merkel, cuyo marido, Joachim Sauer, nunca está ni se le espera en este tipo de eventos.

Si alguien quisiera erigir alguna vez un monumento a la sociedad capitalista, clasista y heteropatriarcal que nos está tocando lidiar, podía haber hecho un buen boceto en Kanbo.

Esta localidad, en cualquier caso, sólo fue lugar de paso, y como llegaron se fueron, después de que les bailaran un aurresku y sin conocer el trasfondo histórico del bello palacio que habían visitado. Quién sabe si el viento aún mecía el eco de las palabras de Jonathan Powell.

Aunque también podía haber sido peor; alguna voz podía haber susurrado en algún oído que no debían ir allí, que ese sitio estaba vetado, no fuera que alguien aprovechara la tesitura para recordar al mundo que albergó un hecho muy importante para el país de los vascos. No hubo susurro, mejor para ellas.

«La meca del pimiento»

La comitiva, sin embargo, pasó la mayor parte de la mañana en Ezpeleta, cuyos dos mil habitantes no se han visto en una igual.

El pueblo amaneció tomado por la Policía, una constante durante todo el fin de semana, para que «el tour por el folclore local» transcurriera según lo planeado. Y lo planeado fue una visita a una tienda de lencería y ropa de cama que lleva abierta desde los tiempos de Rostand y donde Macron había encargado unas toallas para agasajar a sus compañeras, que también compraron unas alpargatas en otro establecimiento de la zona, fueron invitadas a un refrigerio en una bodega, tomaron chocolate y tras escuchar a una coral en la iglesia fueron a ver un partido de pelota.

Casi no dejaron tópico sin cumplir, aunque al menos los medios que acompañaron al grupo sí parecían saber dónde se encontraban, y hubo alusiones a la cultura vasca en la mayoría de las crónicas digitales. No en la de una agencia española de larga trayectoria, que en su pieza informativa indicaba que las «primeras damas» habían llegado «hasta las puertas de España». Dicen que quien no se consuela es porque no quiere.

Más llamativo fue uno de los apuntes del estadounidense “The Washington Post», en el que se afirmaba que la mujer de su presidente había visitado «la meca del pimiento». Una forma de contarlo que habrá que ver si le hizo mucha gracia a su marido. De todos modos, bastante disgusto tendría ayer Trump cuando le dijeron que llegaba un iraní a Biarritz.