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KARFA SIRA DIALLO
ENSAYISTA Y FUNDADOR DE LA ASOCIACIÓN ‘MEMOIRES ET PARTAGES’

«Quiero que mi juicio se convierta en un proceso a La Négresse»

Karfa Sira Diallo está a la espera de ser juzgado en Baiona por resistencia a la autoridad. El motivo, denunciar en la calle que uno de los barrios más populares de Biarritz, llamado antes Harrausta, se conozca desde finales de los 80 y aún hoy con el nombre de La Négresse.


Ensayista y fundador de la asociación Memoires et Partages, Karfa Sira Diallo nació en 1971 en Thiaroye (Senegal) aunque reside en Burdeos. Reconocido activista «contra los esclavismos de ayer y de hoy», una protesta a las puertas del G7 le llevará a sentarse en el banquillo.

Su objetivo es que ese juicio, que debía celebrarse este jueves pero que será aplazado previsiblemente a causa de la huelga de abogados contra la reforma de pensiones, sirva para poner el foco sobre la batalla que le trajo, en agosto, a Biarritz: «Denunciar que, tras quitar a un barrio su nombre original en euskara, Harrausta, la corporación municipal decidiera años atrás rebautizar a esa zona como La Négresse sin que nada haya cambiado hasta hoy».

¿Cuándo tomó su asociación la decisión de hacer una campaña para denunciar el nombre de un popular barrio de Biarritz?

Hace ya unos años surgió la idea de desplazarnos a Biarritz coincidiendo con las fiestas del barrio llamado La Négresse. En vista de que el comité de fiestas utilizaba profusamente ese nombre despectivo y también la imagen de esa mujer negra pensamos que podía ser una buena ocasión para explicar a los vecinos que ese nombre canaliza un nivel de humillación que para nosotros es inaceptable.

¿Cómo se decidieron a dar el paso a sólo dos días del arranque oficial de la cumbre del G7, el 22 de agosto de 2019?

En vista de que por distintas razones el viaje inicial se fue alargando, al final se nos ocurrió que ese evento podía ser una buena caja de resonancia para nuestra acción. No planteamos nada excepcional. De hecho, a sabiendas de que la ciudad era un búnker, pensamos en ir antes de la cumbre, hacer ese pequeño acto de sensibilización, ante la propia estación de tren, y nada más terminar coger de nuevo el tren para volver tranquilamente a Burdeos.

Sin embargo, la Policía le detuvo en la misma estación. ¿Cómo recuerda lo ocurrido?

Nada más llegar vimos que había Policía, pero no pensamos que pudiera pasar nada, así que sacamos la megafonía y empezamos a repartir octavillas. Eramos un grupo pequeño, media docena de personas. Pasado un cuarto de hora los policías, visiblemente tensos, se nos acercaron y me quitaron el micrófono. Luego me pidieron la documentación, y yo se la entregué. Me hicieron entrar en la estación y me sacaron a la zona de andenes. Allí, cuando ya no nos veía nadie, ya que habían obligado a mis compañeros a quedarse en el lugar de la protesta, cuatro agentes me arrojaron al suelo y se pusieron encima mío, me esposaron y me anunciaron que estaba detenido. Me llevaron a la comisaría de Baiona donde pasé 24 horas incomunicado.

Usted relata una detención violenta pero los policías le acusan de desafiar su autoridad. ¿Qué pensó cuando el juez le anunció que iba a ser juzgado por resistencia a la autoridad?

Ese momento fue doloroso, porque yo sufrí un arresto violento. Estaba en el suelo, boca abajo, aprisionado bajo el peso de cuatro policías, sin poder moverme, casi sin poder respirar. Quiero recordar que hay personas que han muerto a causa de esas prácticas. La detención incomunicada fue también una experiencia sórdida. Había mucha gente detenida, escuchaba los sollozos de algunos jóvenes. Yo llevo un largo combate militante, no me impresiono fácilmente, pero encontrarse en ese pasillo frío e inhumano que es la represión es siempre una experiencia dolorosa. Encontrarse en una celda horrible, con una luz encendida día y noche, sin intimidad, es una experiencia violenta a la que ni puedo ni quiero que debamos acostumbrarnos.

Han pasado cinco meses desde su detención y el juicio puede retrasarse aún más, ¿cómo se enfrentará a esa audiencia?

Queremos aprovechar la audiencia judicial para dar contrapunto a lo ocurrido con un mensaje de civilización, que se resume en una idea bien comprensible, como es que los nombres de los barrios, de las calles, de las plazas, cuentan cosas, algunas de ellas inaceptables, y que esa situación no es ni mucho menos banal. Queremos explicar que es preciso poner coto a las acepciones coloniales, racistas o sexistas en Francia, y en el caso que nos ocupa se suma esa triple discriminación. En definitiva, queremos que el juicio se convierta en un proceso a La Négresse, de ahí que nuestra idea sea organizar algún acto con artistas, escritores, cara a apoyar nuestro alegato en el tribunal.

Reivindican el nombre del barrio, originalmente en euskara, pues esa zona de Biarritz era conocida como Harrausta, pero tampoco plantean borrar de los letreros La Négresse.

Cuando decimos que queremos que este proceso sea un juicio a La Négresse lo que decimos es que no buscamos desbautizar al barrio. Por experiencia sabemos que quitar los nombres de militares o políticos relacionados con el nazismo, con la Ocupación, no ha evitado que en Francia surja el Frente Nacional. Muy al contrario, queremos que se explique la Historia.

El nombre se cambió por decisión municipal en 1986 y se adoptó esa noción que se achaca a las tropas napoleónicas.

Fue el Ayuntamiento el que quitó ese nombre que aludía a ese lugar como una zona polvorienta. En euskara Harrausta. Nos parece que esa decisión fue injusta, porque se borró una denominación que tiene que ver con un origen, digamos con unos ancestros, y se sustituyó por otro nombre, en francés, pero con una connotación para sus impulsores exótica –una mujer negra que trabajaba en un bar de la zona– pero para nosotros humillante, porque oculta lo que fue la esclavitud, el dolor que generó. No queremos que se borre nada, muy al contrario, queremos que se saque a la luz quién fue esa mujer que da nombre al barrio.

Hay experiencias, en la ciudad en que reside, en Burdeos, con calles que toman sus nombres de armadores de barcos que sirvieron para la trata de esclavos o para el comercio colonial.

Tras un largo proceso se ha cumplido el compromiso adoptado por la Alcaldía de Burdeos de colocar placas explicativas en los lugares públicos que llevan nombres de negreros. ¿Por qué no hacer algo así en Biarritz? ¿Por qué no dar a conocer la historia de esa mujer, y hacer aflorar la memoria, y proyectar así a Biarritz como una ciudad comprometida contra el racismo?

Las autoridades municipales no se han mostrado, hasta la fecha, demasiado receptivas a esa demanda.

Es cierto que las autoridades municipales de Biarritz no han sido sensibles a esta demanda de justicia. Quizás es simple ignorancia. Quizás hace falta explicar mejor las cosas, hacer pedagogía. Nosotros queremos hacer avanzar las cosas y por eso decimos que no queremos borrar el nombre de La Négresse, a lo sumo incorporar también el nombre originario, en euskara, y sobretodo, buscar un lugar para explicar de dónde y porque llegó esa mujer a un bar de la localidad. En Burdeos hemos tardado 20 años en conseguir cambios. Quiero pensar que mi juicio servirá para acelerar la toma de conciencia en Biarritz.

Es año de elecciones municipales y en Biarritz se anuncia una campaña de alto voltaje, con miembros del gobierno francés implicados en el baile de candidaturas. ¿Ese contexto puede ayudar a que cale su mensaje?

Nosotros no hemos elegido ni este proceso judicial ni estas fechas, pero sea el juicio ahora o en otro momento, haremos todo lo que esté en nuestra mano para aprovechar las circunstancias. En todo caso esperemos que el momento sea favorable, porque de un modo u otro las miradas van a estar más puestas que nunca en la vida municipal, y los electos suelen estar más atentos a lo que se dice desde fuera de las instituciones.

No es ésta la única lucha de su asociación, que marca este año también otros objetivos.

El proceso de La Négresse es ahora mismo una prioridad importante, porque queremos que Biarritz siga la senda de Nantes, La Rochelle, Burdeos.. donde se hace ya pedagogía sobre lo que significó la esclavitud. La región de Nueva Aquitania nos guste o no está impregnada de esa historia de la colonización. Debemos darla a conocer. Además, este año Burdeos acogerá una cumbre franco-africana en la que se anuncia la presencia de una cincuentena de jefes de estado. Vamos a impulsar una reunión alternativa para dar eco a la historia colonial, y para pedir una relación más justa con Africa.

Hablar de la historia del esclavismo para desenmascarar también las prácticas esclavistas del presente.

Hace falta hablar de todos los esclavismos, también del esclavismo árabo-musulmán. Es una parte de la historia de Africa que no se evoca tan amenudo, ya que se habla más del colonialismo europeo. Lo que hoy se vive en Libia tiene un contexto también histórico. Y ya cuando esos jóvenes llegan a Europa, ocurren más abusos, y la explotación económica que es consustancial al capitalismo. Creo que la cuestión de la migración nos remite a ese combate global por la libertad y la fraternidad.

En el Estado francés hay memoriales para que no se borre el recuerdo del Holocausto o del genocidio armenio. ¿Resulta más difícil dar al esclavismo ese lugar en la memoria?

Hay una evolución, se han hecho cosas, y nosotros valoramos especialmente la Ley Taubira de 2001 por la que se reconoce el esclavismo como crimen contra la humanidad. Hay una jornada, el 10 de mayo, que conmemora el esclavismo. Pero una cosa es el deber de memoria y otra el trabajo de memoria. Hoy por hoy hay pocos historiadores o artistas que trabajen sobre ese pasaje de nuestra Historia. Ese trabajo es esencial, porque estoy seguro de que si los electos de Biarritz tuvieran ese bagaje histórico reaccionarían como lo hacemos nosotros ante la persistencia de ese nombre que cita pero al tiempo esconde la historia de una persona que sufrió una discriminación múltiple por venir de una lejana colonia, por ser negra, por ser mujer y, según todos los indicios, por ejercer la prostitución.