2020 OTS. 14 EDITORIALA Si se quiere hablar de ETA EDITORIALA Si se quiere hablar de ETA, ayer había una buena oportunidad para hacerlo. El Estado francés detuvo y entregó a las autoridades españolas a David Pla, uno de los militantes de esa organización que fue determinante en el proceso para decidir su disolución. Lo hizo a petición española y a través de una euroorden cuyos hechos se han probado falsos, tal y como determinó la Policía francesa. Es una entrega política, arbitraria e injustificada. Por eso ha encontrado el rechazo de toda la corporación del Consistorio de Hendaia, donde residen Pla y su familia, y con la denuncia de los electos de Ipar Euskal Herria y de su sociedad civil. También ayer se celebraba el día contra la tortura en recuerdo a Joxe Arregi, militante de ETA que fue torturado hasta la muerte en la Dirección General de Seguridad de la Policía española en Madrid, en 1981. Una de las cuestiones más significativas del conflicto armado en Euskal Herria, la que la diferencia de otros conflictos similares, es la práctica sistemática, sofisticada e impune de la tortura por parte de los Cuerpos de Seguridad del Estado. El Gobierno de Lakua ha certificado 4.113 casos de torturas, el 73% de los cuales tuvieron lugar después de la muerte de Franco. Y aunque es cierto que según la ley electoral hay que tener cuidado con hacer electoralismo con el trabajo realizado durante la legislatura, tratándose de derechos humanos, habría resultado comprensible que el Ejecutivo saliente hubiese hecho mención de ello en un día tan señalado. Está claro, por lo tanto, que se puede hablar de ETA, también en campaña electoral. Pero se equivocan PNV, PSOE y PP si piensan que ETA les va a dar réditos electorales como solía hacerlo en otros tiempos. Lógicamente, en los tiempos en los que esa organización estaba activa. Ya no lo está, han pasado diez años desde su última acción armada. Sin ir más lejos, en las dos legislaturas de Inigo Urkullu no ha habido atentados. Recrear otra realidad es poco acertado e irresponsable, y también puede ser contraproducente ante una sociedad que mira al futuro con mucha mayor naturalidad que quien se aferra al pasado por inercia o interés.