2020 MAI. 31 JOPUNTUA Negros Irati Jimenez Escritora Que somos todos racistas es un hecho, no solo porque nos favorece un sistema racial que nos ha situado en el lado más privilegiado por nacimiento, sino porque, para no ser racistas, debemos ser antirracistas y eso exige educarnos sobre el problema racial y hacerlo concienzudamente. No vale con pensar que no somos activamente racistas o que no tenemos pensamientos racistas porque en el mundo en el que vivimos ese nivel de holgazanería intelectual es moralmente inaceptable. Y no vale con mirar a los Estados Unidos y pensar que estamos exentos del mismo problema que les acosa generación tras generación porque la riqueza europea también se funda, como la suya, sobre el genocidio indígena y el expolio africano y porque, cuando se trata de injusticias históricas, somos coparticipes –y en este caso no solo súbditos– de un Estado que funda sus orígenes en la expulsión masiva de las poblaciones no cristianas, un episodio histórico que combina antisemitismo e islamofobia, dos corrientes de pensamiento racista centrales en la historia de Occidente. Quien crea que no tenemos problemas raciales puede leer las barbaridades que dice la RAE cuando buscamos «moro» y encontramos una desfachatez como «hombre celoso y posesivo, y que tiene dominada a su pareja». O cuando tecleamos «negro» y vemos que «negro» es oscurecido, deslucido, muy sucio, infeliz, infausto, muy enfadado o irritado. Que trabajamos como negros cuando trabajamos de más, que cobramos en negro cuando cobramos ilegalmente, que negra es la suerte cuando no hay suerte, que negros se ponen los asuntos cuando no van bien, que negras las pasamos cuando las pasamos muy mal, que decimos cosas malas de alguien cuando le estamos poniendo negro y que nos las vemos negras cuando no tenemos buenas perspectivas, cuando vivimos en un mundo en el que novelas negras son las que tratan del ambiente criminal y misas negras son las que invocan al demonio y negras son las bestias más terribles y negro es hasta el pan «cuando no tiene la blancura que le corresponde». Cuando se trata de injusticias históricas, somos coparticipes –y en este caso no solo súbditos– de un Estado que funda sus orígenes en la expulsión masiva de las poblaciones no cristianas