2020 EKA. 19 KOLABORAZIOA Realidades transfronterizas para transformar el futuro Gorka Elejabarrieta, Idurre Bideguren, Jordi Martí y Miquel Caminal Senadores de EH Bildu y ERC En los espacios transfronterizos, a un lado y otro de las fronteras de los Estados, la vida transcurre de manera relativamente normal gracias a multitud de relaciones geográficas, económicas, laborales, sociales, sanitarias y educativas. En el caso de Euskal Herria y els Països Catalans esta realidad es aún más evidente porque incorpora elementos identitarios, lingüísticos, culturales y de pertenencia, de adhesión a una misma nación que, por encima de fronteras artificiales, ha conseguido pervivir hasta nuestros días. En un proyecto europeo común pretendidamente basado en la libre circulación de personas, bienes y servicios hay que tener muy en cuenta la movilidad laboral de los denominados «trabajadores transfronterizos» de La Seu d’Urgell (Alt Urgell) o Puigcerdà (Cerdanya) que se desplazan al Principat d’Andorra. Aunque parezca mentira, en pleno siglo XXI sus derechos laborales desgraciadamente aún no son homologables a los de un ciudadano de pleno derecho de la Unión Europea. Sin embargo, la realidad del día a día, tozuda y práctica a partes iguales, sigue inalterable su curso. Para una vasca de Urruña o una catalana de Ceret es más sencillo ir a estudiar, trabajar o incluso hacer compras a Figueres, a Girona o a Donostia e Irún que a Bordeaux, Toulouse o París. De igual forma que para un vasco de Lesaka le resulta mucho más conveniente ir a la playa de Hendaia o a alguien de La Jonquera le queda prácticamente igual de cerca ir a Argelès-sur-Mer o a Collioure que a Llançà o a Roses en el norte de la Costa Brava. En el caso del euskara y el catalán, además, compartir un espacio lingüístico común es un elemento facilitador de estas múltiples y complejas interrelaciones. No hay que ser muy erudito para constatar que la realidad supera con creces los viejos esquemas basados en las fronteras tradicionales artificiosas de los Estados nación. En definitiva, solo existen ciudadanos que trabajan, estudian, compran y van al médico a uno y otro lado de esas fronteras más físicas que reales. La Eurorregión de Nueva Aquitania, Euskadi, Navarra (NAEN), la Euroregió Pirineus Mediterrània (Catalunya, Illes Balears y Occitània) y el Eurodistricte de l’Espai Català Transfronterer formado por el Departamento de los Pirineos Orientales y las comarcas de la demarcación de Girona pueden ser instrumentos muy positivos para desarrollar y ahondar aún más en las potencialidades de las relaciones humanas en los espacios transfronterizos que trasciendan la rigidez de los entramados burocráticos, administrativos e institucionales estatales. Lo único necesario es que el Estado español y el Estado francés adopten las medidas y los acuerdos necesarios para dotar a estas entidades de derecho público de recursos y contenido para ejecutar proyectos de cooperación y hacerlo posible. Como ha sido el caso del Hospital de Cerdanya en Puigcerdà, un magnífico ejemplo de cooperación transfronteriza de dos sistemas públicos de salud diferentes (Catalunya y el Estado francés) para dar servicio a un territorio dividido entre dos estados (Cerdanya y El Capcir). Más allá, en un contexto de crisis sanitaria como consecuencia del covid-19 que pide un ejercicio de corresponsabilidad, cogobernanza, codecisión y cogestión a gritos, no tenía ningún sentido cerrar las fronteras sin tener en cuenta a estas realidades transestatales en la toma de decisiones y decía muy poco del espíritu de la Declaración Schuman de 1950. En el caso de la población transfronteriza catalana y vasca el cierre de fronteras ha supuesto de facto un doble confinamiento. Es paradójico que mientras la Comisión Europea pedía la apertura de fronteras y Estados miembro como Alemania, Italia o Francia ponían fecha a la apertura de las mismas, el Gobierno español se escudaba en establecer cuarentenas de manera unilateral sin tomar en consideración que la población transfronteriza no se puede equiparar a flujos de turismo, hasta que al fin ha optado por abrir las fronteras del espacio Schengen el próximo 21 de junio. Porque no somos turistas, sino ciudadanas y ciudadanos vascos y catalanes de uno y otro lado de dos fronteras artificiales. La opinión de estas realidades debería tenerse muy en cuenta y ser escuchada en la adopción y aplicación de las diferentes fases de la desescalada y en los planes de reconstrucción económica y social, siendo potenciales receptoras de fondos europeos. Es paradójico que mientras la Comisión Europea pedía la apertura de fronteras, el Gobierno español se escudaba en establecer cuarentenas de manera unilateral sin tomar en consideración que la población transfronteriza no se puede equiparar a flujos de turismo