GARA Euskal Herriko egunkaria
70 AñOS DE UN CLÁSICO

MORGENTHAU REVISITADO, UN MUNDO VOLÁTIL EN LA ERA TRUMP

Siete décadas después, “Política entre las naciones”, el libro que dio forma y marco teórico a las relaciones internacionales, sigue teniendo mucho que enseñar. Más en este mundo tan inestable, con tantas crisis, y con Donald Trump al volante de EEUU.


Tras la II Guerra Mundial, una serie de factores revirtieron por completo el estado geopolítico de EEUU. Se vio en una posición de liderazgo mundial para la que intelectualmente no estaba preparada. Y la comprensión de las fuerzas que moldean la política internacional y de los factores que determinan su curso se convirtió en algo más que una ocupación intelectual interesante, era ya una necesidad vital.

La persona que puso las bases y los principios que guiaron su política exterior durante las próximas cuatro décadas fue Hans Morgenthau (Coburg, 1904), un jurista y politólogo judío huido de la Alemania nazi. Sus ideas quedaron reflejadas en 1948 en su obra maestra “Política entre las naciones”, uno de los libros más influyentes del siglo XX, el libro de texto de las Relaciones Internaciones. Morgenthau revolucionó tanto el pensamiento que fue considerado el fundador de los estudios modernos de Relaciones Internacionales. Se le dio casi el mismo estatus que Freud tuvo en la psicología.

“Política entre las naciones” presentó un tratado sistemático sobre política internacional que no solo llenó un hueco que había en la literatura, también fue un trabajo muy interesante, se esté o no de acuerdo con el autor. No es historia, aunque hay muchos ejemplos históricos a modo de ilustración. Es un libro científico, crítico, destructor de lo que el autor consideró como errores e ilusiones fantasiosas del liberalismo del siglo XIX y de pensadores de lo que los ingleses llaman «wishful thinking», uno de los errores más frecuentes en los que caen los gobernantes: convencerse de que el mundo es como uno quiere que sea y que las cosas saldrán como uno desea que salgan.

Interés nacional y poder

Por la densidad de sus argumentos, “Política entre las naciones” no tiene rápida lectura. Va, a veces en la misma página, de la ciencia política a la historia, de la psicología a la filosofía, con una erudición que sorprende. Sin embargo, a pesar de su estructura elaborada, se construye sobre una simple base. En la política international había dos escuelas de pensamiento. La primera se adhirió a una creencia abstracta, a valores universales, comunes en cualquier lugar. Así, la paz mundial se lograría solo cuando todos los estados aceptaran los «valores» correctos. La segunda negaba esa universalidad en favor de una verdad desagradable: las personas en todos los lugares y en todo momento luchan por el poder. Es la naturaleza humana y la labor de un estadista era preservar la seguridad de su país frente a esa lucha que no tiene final. Y las buenas intenciones, por sí solas, sin un poder detrás, no podían hacer nada, sino empeorar la situación.

Un estadista efectivo debía ver el mundo tal como era, en toda su trágica crueldad. Según Morgenthau, además tenía que hacer «una clara distinción entre lo que es deseable en todas partes y en todo momento y lo que es posible bajo las circunstancias concretas de tiempo y lugar». Para él no era cierto que la gente en todas partes anhelara la libertad; que su cultura, historia o valores determinaran sus deseos y su política. Si se les diera la opción, podrían optar fácilmente por el orden sobre la libertad. Por ello, enfatizó la importancia del interés nacional sobre los ideales universales en la conducción de la política exterior: «Es exactamente el concepto de interés definido en términos de poder lo que nos salva» tanto del «exceso moral» como de la «locura política».

Aún así, los idealistas traían la promesa de una paz mundial, por muy lejana que pareciera. ¿Qué ofrecía Morgenthau, con sus crudas recetas? Si cada nación perseguía su propio interés, ¿solo hostilidad y conflicto? Para él, la coexistencia pacífica solo podía mantenerse aceptando la existencia de rivales, equilibrando poder nacional contra poder nacional, fuerza contra fuerza. Entender esto también haría entender que los intereses de los adversarios tienen que ser respetados para evitar la guerra. ¿Qué otra posibilidad había? Richard Nixon lo explicó así: «El único momento en la historia del mundo que hemos tenido un período prolongado de paz es cuando ha habido un equilibrio de poder». Dicho de otra manera: no queda otra que aprender a vivir con los enemigos, con la tragedia y la maldad

Análisis realista de Trump

Desde que Donald Trump fue elegido presidente de EEUU, ha habido una preocupación ampliamente expresada de que su administración ha renunciado a la responsabilidad del liderazgo internacional. Mientras que Obama era un fuerte defensor del orden liberal y estaba dispuesto a asumir el liderazgo en la gestión de los problemas mundiales a través de las instituciones multilaterales, Trump ha demostrado ser mucho más reacio. Describió a la OTAN como «obsoleta», terminó con el TTIP, recortó fondos para iniciativas de derechos humanos, recientemente a la Organización Mundial de la Salud y se retiró del Acuerdo del Clima de París.

Trump ha sido bastante explícito: primero, EEUU. Para sus críticos, eso es enrocarse, una retirada de la arena internacional. Así, EEUU estaría «suicidando» su liderazgo y crearía vacíos en temas clave como el cambio climático, el comercio y la globalización que China podría ocupar. Abriendo paso así al caos y el desorden, lo que conduciría a un nuevo mundo mucho más peligroso.

Decir que Trump no tiene un gran «amor» por el orden liberal y tiene intención de cambiarlo tiene fundamento. Las otras críticas, sin embargo, son cuestionables. ¿El enfoque de Trump equivale al aislacionismo? El intento de Trump de evitar a pérdida de empleos en EEUU o enredarse en una red de compromisos y acuerdos globales se interpreta como indicativo de abandono del liderazgo. Pero ¿por qué es imposible utilizar un enfoque nacional y unilateral, basado en el poder, para mantener el liderazgo y el orden internacional? Ejercer el liderazgo a través de foros multilaterales, ¿es la única forma viable de gobernar el mundo? Pero mientras se aleja de un enfoque institucionalizado y multilateral que pone énfasis en las reglas y restricciones, Trump también puede consolidar el poder de EEUU y utilizar ese poder para gestionar el orden mundial.

¿Qué diría Morgenthau de Trump? Primero haría un análisis sereno de sus aspiraciones. Y se alejaría de esa caricatura que lo presenta como un líder intelectualmente pobre y moralmente escandaloso. Dar ese sesgo al análisis haría para él casi imposible llevar a cabo una evaluación realista.

Trump ve la política internacional como un escenario competitivo. Desconfía del actual desequilibrio de poder y ha expresado especial preocupación por el hecho de que la globalización y la política comercial han permitido la transferencia de poder y riqueza de EEUU a China. En eso, hasta cierto punto, evidencia buen juicio. Aunque a veces parezca imprudente, es consciente de que el liderazgo de EEUU está claramente desafiado y ve necesario un cambio de política.

Pero Trump no quiere que EEUU se retire por completo del mundo. Más bien, adopta otro enfoque para mantener y reafirmar el liderazgo estadounidense, de una manera radicalmente diferente. Un enfoque de músculo, donde solo el poder económico y militar cuenta, que «abdica» del poder moral.

A ojos de Morgenthau, si Trump lograra transformar su visión en realidad, quizá el mundo no sería tan caótico como argumentan sus críticos. Pero para cumplir esta tarea debería cultivar ciertas cualidades, como la sabiduría y el buen gobierno. De lo contrario, como sugería Morgenthau, demostraría ser una «patología» de la política de EEUU, un indicio de corrupción de los «estándares de excelencia», un líder con «virtud cero».