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QUINCENA MUSICAL

Resistencia y compromiso en una inauguración pasada por agua


Tras más de un mes sin llover en Donostia, el cielo decidió abrirse justo el día en que se inauguraba una Quincena Musical obligada a celebrarse al aire libre por causa del Covid. Fue un concierto difícil. Al tener que cobijarse bajo las columnatas del claustro, el público y la orquesta estaban lejos, la acústica no era la mejor, Rodolfo Epelde tuvo que dirigir bajo un paraguas, los técnicos de luces hicieron un ruido infernal, un micrófono se cortocircuitó por el agua y hasta las gaviotas empezaron a armar jaleo en un momento dado. Y, pese a todo, se respiraba en el ambiente una voluntad de resistencia: de los jóvenes músicos de la EGO, que quisieron dar lo mejor de sí mismos en una selección de obras nada sencillas y a las que hicieron honor, especialmente el grupo de metales en sus poderosas versiones de las fanfarrias de Tomasi y Copland; y también del público, que parecía dispuesto a aguantar con gusto cualquier incomodidad a sabiendas de que, sin su implicación, todo el esfuerzo que estaban realizando los músicos y el festival carecería de sentido.