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BRASIL Y LA TECNOLOGÍA 5G, UN DILEMA DE DIFÍCIL SALIDA ENTRE CHINA Y EEUU

Brasil tendrá que decidir entre ceder a las presiones de EEUU o fortalecer la relación con China, su mayor socio comercial. En el centro de este complejo dilema: la instalación de la red 5G en un mercado con cerca de 230 millones de líneas de telefonía móvil activas.


La mayor economía sudamericana pretende llevar a cabo en el primer semestre de 2021 una de las mayores subastas de frecuencias de quinta generación realizadas hasta ahora en el mundo, con la duda aún en el aire de si podrán participar o no en el negocio las empresas chinas. Esta tecnología revolucionaria se ha transformado en un asunto geopolítico por las tensiones comerciales entre China, líder global del sector, y Estados Unidos, que intenta contener la creciente influencia del gigante asiático.

El Gobierno de Donald Trump emprendió hace meses una campaña internacional para disuadir a terceros países de que permitan la participación de empresas chinas, como Huawei, en sus operaciones de 5G bajo el pretexto de que son una «amenaza» para la seguridad nacional. Las acusaciones de espionaje de Washington, que Pekín niega con vehemencia, ya han surtido efecto en Reino Unido, Japón, Australia y Suecia. Y ahora intentan seducir a un Brasil que todavía no se ha posicionado abiertamente, aunque su presidente, Jair Bolsonaro, ya adelantó que en su decisión no solo tendrá en cuenta los aspectos económicos.

El panorama podría cambiar con las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo martes en caso de una victoria de Joe Biden, líder en los sondeos de opinión, aunque el candidato demócrata aún no ha manifestado si está o no alineado con Donald Trump en este tema.

Brasil es uno de los mercados de telecomunicaciones más potentes y prometedores del mundo, con 227,3 millones de líneas móviles activas, de las que el 88% tiene acceso a Internet, según datos oficiales publicados en agosto de este año. Eso significa que 94,6 de cada 100 habitantes están conectados a la red o, dicho de otro modo, que hay casi tantos celulares con acceso a Internet como los 212 millones de habitantes que tiene el país.

Según un informe divulgado esta semana por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los usuarios de banda larga móvil se triplicaron en Brasil entre 2012 y 2018. Y aún hay espacio para más, puesto que un 30% de los domicilios no poseen ni computador ni acceso a Internet, lo que abre un mundo de posibilidades al sector de telecomunicaciones que podrían multiplicarse con el advenimiento del 5G.

Según la Asociación Brasileña de Internet (Abranet), la puesta en marcha del 5G en el país debe generar cerca de 22.500 millones de dólares en negocios entre empresas hasta 2024. En la práctica, las firmas chinas no participarían directamente de la licitación, pero sí a través del uso de su infraestructura por parte de las operadoras que pugnen por las concesiones. El primer ejecutivo de Huawei Brasil, Sun Baocheng, advirtió al diario “Folha de S.Paulo” de que el veto a China retrasaría la transformación digital, aumentaría el coste de los operadores y, en consecuencia, subiría la factura de los clientes. Todo ello porque Huawei, presente en Brasil desde hace 22 años, es la principal abastecedora de infraestructura de redes de los operadores locales, sector en el que aseguran haber invertido «más de 4.000 millones de dólares» en la última década.

Bolsonaro tiene la última palabra

El presidente Jair Bolsonaro, que se ha alineado políticamente con Trump y es un anticomunista declarado, quiso dejar «bien claro» que él tendrá la última palabra sobre las condiciones en las que se desarrollará la subasta. «Quien va a decidir sobre el 5G soy yo», aseguró el mes pasado.

En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, también dijo que Brasil «está abierto» al desarrollo de la tecnología 5G con «cualquier socio», para a continuación matizar, que «respete» su «soberanía» y vele por «la libertad y la protección de datos».

«No es un secreto para nadie que Estados Unidos ha hecho una presión directa para que Brasil no deje a China participar en las subastas del 5G del año que viene», comenta a la agencia Efe Carolina Moehlecke, profesora de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas (FGV).

La semana pasada, el consejero de Seguridad de EEUU, Robert O’Brien, encabezó una comitiva que viajó a São Paulo y Brasilia, donde se reunió con Bolsonaro, al que le ofrecieron un paquete de inversiones millonarias en diversos sectores. Uno de los temas abordados fue el 5G. Anteriormente, el embajador estadounidense en Brasil, Todd Chapman, ya había advertido de que un posible ingreso de Huawei en el sector del 5G podría tener «consecuencias» en las relaciones bilaterales.

La embajada de China se revolvió contra la visita de O’Brien, al que acusó de «diseminar con mala fe mentiras políticas» y «fabricar la ‘amenaza china’» con comentarios «basados en la mentalidad de la Guerra Fría». También recordó que China es «la mayor fuente del superávit comercial y uno de los principales inversores de Brasil».

En ese sentido, el presidente de la Cámara de Comercio e Industria Brasil-China, Charles Tang, recomendó a Brasil «defender su interés nacional y no el de un presidente (Trump) que tal vez esté de salida», y eso pasa por «una aproximación con China». De lo contrario, si Brasil se «convirtiera en enemiga» y vetase las empresas chinas del 5G, le podría pasar lo que a Australia, que «ya ha sufrido muchas sanciones» con varias factorías cárnicas descalificadas y tarifas adicionales a la importación de granos, advirtió Tang en declaraciones a Efe.

Para Moehlecke, la indefinición de la posición de Brasil evidencia fisuras dentro del Gobierno de Bolsonaro entre el ala más pragmática, partidaria de estrechar lazos con China, y la más ideológica, más interesada en acercarse a Estados Unidos.