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EDITORIALA

Sin pensar en la Navidad, actuar ahora, rápido y bien


El objetivo de las medidas adoptadas ahora en toda Euskal Herria es rebajar lo máximo y lo más rápido que se pueda los contagios, que están disparados, para combatir la saturación de los servicios de salud y evitar que el covid-19 suponga tal carga que los colapse. Ahí estábamos en primavera y, desgraciadamente, ahí estamos ahora. Es un fracaso colectivo en el que, como es lógico, hay diferentes grados de responsabilidad.

Esa saturación ya se da en algunos sitios, lo que está obligando a demorar otras intervenciones y puede provocar que a las muertes por coronavirus se le sumen otras tantas por falta de atención adecuada o a tiempo. Este es el panorama sanitario en Euskal Herria, en plena segunda ola de la pandemia, aunque a las administraciones les cueste admitirlo y exponerlo en toda su crudeza. Aunque una parte de la ciudadanía prefiera abstraerse de ello. Todo ello entendible, claro, pero con consecuencias comunitarias poco edificantes. Sin apenas enterarnos, pronto se alcanzará la cifra de 3.000 muertes en el país.

Euskadi Nafarroa da. Eta Gipuzkoa?

En esta ola Nafarroa va por delante en lo malo y en lo bueno: actúa como el pájaro de las minas, que advertía de la existencia de gas grisú, lo que indicaba por dónde ir y por dónde no. La semejanza de la curva de Nafarroa y Gipuzkoa, en este último herrialde con algo de dilación, resulta chocante. Visto lo cual, hace ya dos semanas que se tenían que haber tomado algunas medidas en Gipuzkoa por razones de salud pública.

Para cuando se han adoptado estas restricciones los datos de Gipuzkoa son peores que los de Nafarroa. Ha habido llamadas de alerta desde los hospitales y los ayuntamientos. La Diputación ha estado inerte y el Gobierno de Gasteiz desbordado, y no han reaccionado a tiempo. Cuidado, no se trata de hacer provincialismo, sino de asumir que el virus no se rige por la Ley de Territorios Históricos. El modelo territorial vasco no pasa un test de eficiencia y vertebración. No solo nacional, sino para lo básico: el cuidado de la ciudadanía.

¿Navidad? No hay que ser el Grinch para verlo

Junto con el sanitario, el objetivo político de estas medidas es evitar un nuevo confinamiento total. Por la economía y por la salud de la gente. Bajo ese cálculo, las medidas actuales ponen en riesgo a una parte de la hostelería y la industria asociada. Parece que la estrategia da resultados, aunque está por ver la resaca que deja.

En este contexto, es incomprensible que en el anuncio de las restricciones se mencionase la Navidad como expectativa e idea tractora. Con estos datos y sus proyecciones –matemáticas, pero que se traducen en enfermos, hospitalizados y muertes–, no se puede demandar a la ciudadanía «máximo rigor y corresponsabilidad social», para acto seguido decir que el objetivo es «llegar a las Navidades en las mejores condiciones posibles».

Hay que recordarlo: no es fácil hacerlo bien. Pero perseverar en los mismos errores una y otra vez ya es otro tema. Abonarse a generar expectativas que desde ya se sabe que no se pueden cumplir, es muy irresponsable y responde a otro tipo valores, mentalidades o intereses.

Es obvio que estas Navidades no van a ser tradicionales. Teniendo en cuenta el peso de este trimestre en el balance de comercios y empresas, hay que tomar ahora medidas para sostener el empleo y la actividad, aunque seguramente esta tampoco sea la tradicional.

Ninguna inversión, apenas gasto corriente

EH Bildu ha revelado esta semana que en Salud y Educación Lakua no ha ejecutado ni siquiera el mismo montante que el año anterior, a pesar de la pandemia. El consejero de Economía y Hacienda, Pedro Azpiazu, respondió airado, asegurando que en Sanidad se ha ejecutado un 7% más que en 2019, aunque los datos públicos dicen que no. Se le olvidó mencionar que este año tiene presupuestos aprobados con Podemos y el anterior eran prorrogados. En Educación han invertido menos aún, «debido al confinamiento». Pero asegura que gastarán. ¿Cuándo? ¿En qué? Han pasado seis meses desde mayo.

Abonar los gastos de mantenimiento y algunos extra, mientras se espera a una vacuna milagrosa y a que la cosas vuelvan a ser como antes, es suicida. Hacen falta inversiones y, en algunos sectores, incluso reconversiones. Es hora de actuar, de hacerlo bien y a tiempo. Y ese tiempo no son las Navidades, es ahora.