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Malas noticias


En estas fechas tan señaladas cerramos el año con la peor de las noticias posibles, volvemos a sufrir maniobras con fuego real en las Bardenas, marco incomparable de belleza sin igual, o al menos eso parece por el cierre perimetral que anuncia la Comunidad de Bardenas en su página web. Porque como ya nos tienen acostumbradas, los avisos de cierre periférico por maniobras parecen más adivinanzas con mucha intríngulis, que notas informativas sobre la situación real del cierre.

Y es la peor de las noticias porque, pese a que la pandemia ha evidenciado la necesidad y la urgencia de dedicar los recursos públicos a la sanidad, al cuidado de las personas más vulnerables, al cuidado del tejido productivo y reproductivo de la sociedad, una vez más volveremos a ser testigos de lo importante que es para el actual Gobierno del Estado y las entidades congozantes de la Comunidad de Bardenas la industria militar y del armamento. Tras casi setenta años de polígono, podemos decir alto y claro que la compra de voluntades en Bardenas es obscena.

Los catorce millones de euros que la Comunidad de Bardenas se reparte todos los años por permitir al Ejército español y a la OTAN realizar sus prácticas de armamento en las Bardenas, se utiliza para retroalimentar ese ejercicio de dependencia a las prácticas militares, como recurso principal de un Parque Natural que se promociona turísticamente mientras invisibiliza la presencia del polígono y maquilla su actividad a través de jornadas sobre ecologismo militar.

Ninguno de los y las ministras de Defensa que han renovado los contratos con la Comunidad son claros o transparentes con las preguntas que se hacen llegar al Congreso o al Senado. En asuntos de «armamiento», no interesa que sepamos la verdad. Lo único que nos dejan claro es que las horas de vuelo, el armamento, el gasto militar van en aumento.

Los datos recogidos en 2017 apuntan a que sólo en el aeródromo de Ablitas se dieron 247 horas de vuelo, que traducido en gasto y combustión de queroseno hemos calculado en alrededor de unas 2.400 toneladas al año; también sabemos que entre el diverso armamento se lanzaron siete misiles Maverick, y que el Ministerio de Defensa pagó por cada uno de ellos alrededor de 150.000 euros.

Nos podemos hacer una idea de las prioridades de este gobierno, cuando, en lugar de reducir este desembolso y dedicarlo a necesidades más urgentes de la población, aumenta el derroche militar en alrededor de un 4.6% este año 2020. En un momento de pandemia como el actual, en el que se descarta paralizar los desahucios para defender los intereses de las inmobiliarias y grandes propietarios buitre, el Ministerio de Defensa sigue inyectando fondos públicos para adquirir armamento, y alimentando a uno de los lobbies económicos más poderosos del planeta. Y lo hace en un escenario político en el que las fuerzas que se llaman progresistas no han cambiado ni un ápice la dirección de esta política belicista.

Así que cerramos este año con la peor de las noticias posibles, y es que la política militar no ha hecho sino instalarse en nuestras vidas, con la pandemia como argumento, el toque de queda, la paralización de la respuesta social, mientras los fondos públicos se destinan y se derrochan para alimentar los beneficios de la banca armada, además de nutrir un ejército heredero del franquismo que puso en marcha este polígono militar. Un ejército que entrena con fuego real, que lanza misiles reales en plena crisis económica y sanitaria.

Así que, desde aquí, denunciamos una vez más las maniobras militares, pero también las maniobras políticas que perpetúan esta situación. Recordamos que es la Comunidad de Bardenas la que se enriquece y permite que las Bardenas sean un campo de entrenamiento militar, y no una tierra que permita el disfrute, y el desarrollo de las personas que las habitan y visitan.