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EDITORIALA

Assange, causa global y también vasca


Un tribunal del distrito londinense de Woolwich emite este lunes su sentencia sobre la extradición o no a Estados Unidos de Julian Assange. Diez años después de la difusión masiva de documentos ocultos de la CIA, el fundador de WikiLeaks se enfrenta a una posible condena de hasta 175 años de cárcel. Aquel 10 de noviembre de 2010, este australiano pasó de héroe a villano, de periodista comprometido a terrorista, para muchos que le habían aplaudido cuando reveló ejecuciones extrajudiciales... en Kenia. El dato muestra que la libertad de prensa es un principio extremadamente volátil para muchos poderes.

Aquellos cables salidos de Washington tuvieron efecto mariposa en todo el planeta: revelaron cambalaches diplomáticos, subordinaciones vergonzantes, complicidades inverosímiles... pero más allá de anécdotas sacaron a la luz vulneraciones de derechos humanos, en diferentes escalas y latitudes, algunas de ellas ocultas hasta la fecha y otras intuidas pero no probadas. Solo por ello debiera ser eximido judicialmente y reconocido socialmente. Como ha puesto de manifiesto el Relator de la ONU contra la Tortura, Nils Melzer, desde luego «Julian Assange no es un enemigo del pueblo».

La dimensión del caso interpela por ello a todo el planeta. Y especialmente a esta Euskal Herria en que se han cerrado medios y represaliado políticamente a periodistas disidentes. La agonística ruta de Julian Assange huyendo de la represión, por cierto, está jalonada de enclaves conocidos por otros perseguidos vascos: la cárcel especial de Belmarsh, el amparo luego revocado de Ecuador, el Tribunal de Estrasburgo al que se encamina el caso... Tampoco cabe olvidar que aquellos cables arrojaron algo de luz a expedientes vascos como el del intento de imputar el 11M a ETA. Y ¿quién duda de que solo un trabajo periodístico independiente y valiente puede hoy día iluminar las verdades pendientes del terrorismo de Estado?