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RELEVO EN LA CDU

Elecciones, división y era pos-Merkel, primeros retos de Laschet

Después de casi un año de incertidumbre, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), a la que pertenece la canciller, Angela Merkel, tiene desde el sábado un nuevo presidente: Armin Laschet. Al nuevo líder del partido le esperan un superaño electoral y un ala disgustada en el seno de la formación, y deberá marcar la época pos-Merkel.


La incertidumbre sobre quién dirigiría a la CDU en este superaño electoral desapareció el sábado cuando los delegados votaron en su primer congreso digital a Armin Laschet como presidente del partido. El ministro presidente del estado federado de Renania del Norte-Westfalia superó por 55 votos a su adversario, Friedrich Merz, en la segunda votación.

La reacción de Merz segundo fracaso fue escribir en Twitter: «Al nuevo presidente de partido le he ofrecido de entrar en el actual Gobierno federal y de hacerme cargo del Ministerio federal de Economía». El puesto lo ocupa actualmente Peter Altmaier (CDU), un hombre de confianza de Angela Merkel. «La canciller no tiene pensado cambiar el Gabinete», declaró inmediatamente después su portavoz, Steffen Seibert, ante los medios de comunicación.

El mensaje de Merz se puede entender si no como un regalo envenenado sí como una declaración de guerra al nuevo presidente y a la canciller, su eterna rival. Al mismo tiempo pone en evidencia las grietas que se han abierto en el seno de la CDU, ya que los comités regionales del este del país habían respaldado a Merz, quien iba a propiciar un giro más a la derecha.

Laschet, por el contrario, representa, en principio, la continuación del rumbo político que ha marcado Merkel. Con él al frente del partido no habrá colaboración alguna con la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD), tal y como la hubo hace un año en Turingia con el objetivo de tumbar al tripartito del ministro presidente Bodo Ramelow, cuyo partido socialista Die Linke (La Izquierda) gobierna con el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y los Verdes ecologistas.

Al haber quedado la CDU en varios estados del este alemán como tercera fuerza por detrás de la AfD, su única opción aritmética para retomar el poder ejecutivo es cooperar con esta formación con tintes neofascistas. Pero la CDU decidió que no colaboraría ni con la AfD ni con Die Linke.

Los partidarios de Merz esperan ahora que éste no se desvincule del partido y se le ofrezca algún cargo relevante en el mismo para mantener todas sus opciones abiertas, incluida la de acceder a la Cancillería.

He aquí el segundo frente abierto para Laschet. Según la tradición de la CDU, el presidente de partido tiene el privilegio de ser el candidato a canciller. No está todavía decidido si Laschet asumirá ese papel. Por un lado, tendría que hacerlo, porque su antecesora en el cargo, la ministra de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer (AKK), dimitió afirmando que, en adelante, los dos liderazgos, el de la formación y el del país, deberán recaer de nuevo en la misma persona. En 2018, Angela Merkel dejó la presidencia de la CDU en manos de su fiel compañera de partido AKK para prevenir un golpe interno en su contra. Pero AKK no cumplió las expectativas depositadas en ella. En el congreso digital del fin de semana, la canciller no la mencionó en su discurso, un detalle que no pasó desapercibido entre las fracturadas bases.

Si Laschet quiere ser candidato, primero tendrá que mejorar su popularidad. Mucho más valorado por el electorado es el ministro federal de Sanidad, Jens Spahn, quien sigue manteniendo que no tiene interés alguno en ser candidato a la Cancillería.

Después tendrá que consultar esta cuestión con el ministro presidente de Baviera, Markus Söder, líder de la Unión Social Cristiana (CSU), socia regional de la CDU.

Todo ello ocurre en un contexto de año electoral, ya que además de los comicios al Bundestag en setiembre, en los próximos meses se celebrarán otras ocho elecciones más: dos regionales y una municipal en marzo, y otras cuatro citas regionales con las urnas y una más municipal el mismo día de las generales. Tal vez, Laschet no pueda esperar hasta los comicios de marzo y tenga que tomar una decisión antes.

Su mayor problema está en su carácter, el de querer ser amigo de todos. Por eso, su gestión de la pandemia ha sido un tanto contradictoria. Que Laschet gobierne su estado federal en coalición con el Partido Liberal Democrático (FDP) con una mayoría de un solo voto explicaría por qué ha evitado destituir de su cargo a la ministra de Educación, la liberaldemócrata Yvonne Gebauer, cuya estrategia ha provocado el indignación de profesorado, alumnado y padres al oponerse a las clases a distancia como medida preventiva. Söder despidió de manera fulminante a su titular de Sanidad cuando no cumplió con su tarea.

Más allá de la pandemia y de las elecciones, Armin Laschet tiene que marcar el nuevo horizonte político e ideológico a su fracturado partido y también a un país acostumbrado a que con Angela Merkel no cambie nada.