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EDITORIALA

Pelea de gigantes por el mercado publicitario


Las plataformas digitales han transformado completamente las relaciones económicas. Convertidas en intermediarios entre productores y consumidores o usuarios, han terminado controlando el flujo de información y de servicios entre unos y otros. Esa posición les ha permitido, además de acumular poder, apropiarse de la mayor parte de los ingresos publicitarios que antes llegaban a los productores de servicios o contenidos. Todo ello ha sido fruto de la total ausencia de regulación y está provocando situaciones insostenibles en muchos sectores, entre ellos, la prensa. La toma de conciencia del poder que han acumulado estas plataformas está obligando a gobiernos y parlamentos a tratar de establecer nuevas reglas de juego que limiten el dominio de estos nuevos monopolios.

En este proceso se van dando pasos como el reciente del Parlamento australiano, que aprobó una ley que obliga a las plataformas digitales a pagar por publicar las noticias elaboradas por los medios de comunicación, y que según un informe les proporcionan hasta el 51% de sus ingresos publicitarios. La norma abre la puerta a la negociación entre plataformas y grupos de información, pero no obliga a pactar con todos, lo que puede llevar a que los más pequeños queden marginados. Una vía más razonable la ha propuesto el Estado francés, donde las noticias se agregarán en una aplicación y se abonará a los medios en función del volumen de publicaciones y de la audiencia que tengan. Un sistema bastante más justo. En cualquier caso, la norma australiana tiene otra virtud y es que, en principio, obliga a las plataformas digitales a informar sobre los cambios en los algoritmos para que los medios conozcan los criterios de divulgación de las noticias. Les obliga a ser transparentes con su mayor secreto.

Con todo, lo que estas normas reflejan es la pelea entre plataformas digitales y grandes grupos de comunicación por el mercado publicitario. Hablan de periodismo, pero los criterios sobre una información periodística veraz, contrastada y contextualizada brillan por su ausencia.