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«Sen ona»


He tenido la oportunidad de leer un artículo altamente recomendable de un sociólogo argentino –Nazareno Bravo–, titulado “Del sentido común a la filosofía de la praxis. Gramsci y la cultura popular”. Según él, Gramsci sostenía que todo ser humano es por instinto un filósofo ya que todo cuanto hacemos lo es porque tenemos una concepción del mundo que nos rodea. Es una filosofía espontánea, primaria e intuitiva que subyace en nuestras creencias tradicionales, supersticiones, mitos, folclore... y también en nuestro sentido común, entendiendo el «sentido» como algo intuitivo y lo «común» como simple, sencillo.

Es por lo tanto algo ambiguo, a veces contradictorio, acrítico; no bebe de fuentes teóricas claras, académicas y tampoco establece una relación causa-efecto de los acontecimientos. Sin hacer un uso peyorativo de él, Gramsci ve en el sentido común una gran potencialidad pues deviene de una observación directa de la realidad. Es la filosofía de la vida cotidiana y propone para superar sus limitaciones la filosofía de la praxis a través de la ecuación: filosofía-política-pensamiento-acción.

Estas reflexiones me parecen oportunas, entre otras razones, para el debate interno precongresual de EH Bildu donde se apela varias veces al «sentido común igualitario-trasformador» que se supone existe en nuestro pueblo y sobre el que merece la pena interiorizar.

Otra de las razones es que todo parece indicar que en estos tiempos de niebla la filosofía está viviendo un nuevo renacimiento aportando luces para sobrellevar esta situación y dando claves también para la grave crisis post pandemia que nos aguarda. Levantará la niebla, sin duda, pero el paisaje y nuestros rincones no serán exactamente los mismos o no los veremos de la misma manera.

En este sentido, por ejemplo, la joven filósofa argentina Luciana Cadahia es partidaria de reconciliar la filosofía de Gramsci con las corrientes más academicistas, científicas, no solo de los clásicos, también de las corrientes contemporáneas. Reconozco que mi cultura en este campo raya en la mediocridad y no va más allá de la lectura de unos pocos, muy pocos, libros, artículos, entrevistas, consultas antaño al Larousse y ahora a Wikipedia. Vamos, lo que alguien llamó «filosofía de cuñaos».

Así he conocido a Yuval Noah Harari en una entrevista donde hablaba de su último libro “Colonialismo de datos” y anticipaba una versión en formato cómic de su trilogía “Sapiens", lo que me recuerda al icónico y revolucionario cómic filósofo-metafísico “El Incal" de los eternos Jodorowsky y Moebius.

También leo con mucho interés las colaboraciones en este periódico de la filósofa Aitxus Iñarra y que tanto me han ayudado en este periodo oscuro y además he conocido, vía catalana, la filosofía del acompañamiento: terapias individuales o en grupo en las que se reflexiona sobre nuestros anhelos, nuestras expectativas, nuestra relación con los demás nuestra visión del mundo... pero sin confundirlo con la sicología.

Con todo esto y visto lo visto me pregunto: ¿existe el sentido común? ¿Tendrán razón quienes dicen que es el menos común de los sentidos? ¿Por qué existe el Día Mundial de la Tortilla de Patatas y no el día Mundial del Sentido Común? Será porque este brilla por su ausencia, digo yo. Y en Euskal Herria, ¿por qué no el «Sen On Eguna»? Ahí lo dejo... y la tortilla patatas con cebolla y siempre acompañada con unas alegrías.