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Las diásporas en la diplomacia cultural entre Euskal Herria y el mundo

Más allá de la diplomacia entre los Estados, la diplomacia pública y cultural, con la acción de ciudades, regiones, empresas u organizaciones, constituye una de las más efectivas para que una sociedad articule su relación con otras comunidades. Un curso en Donostia aborda estas relaciones y el papel de las diásporas.


Coordinado por el departamento de Cultura del Ayuntamiento de Donostia, y dentro de la programación de Verano de la UPV, el Palacio Miramar de la ciudad acoge entre el 21 y el 23 de julio un curso sobre diplomacia que pretende abordar el concepto de relaciones internacionales multidisciplinares y horizontales y profundizar en una realidad, la de la diáspora (diásporas), mucho más compleja que la que marcó los finales del siglo XIX y buena parte del siglo XX y que debe sus oportunidades y sus condicionamientos a la globalización actual y a sus contradicciones y resistencias.

El curso, cómo no, se centra en el caso vasco y en los cuatro decenios de diplomacia cultural-pública articulados desde la conformación del modelo autonómico en 1979.

Pero va mucho más allá. Y no solo en el ámbito físico-geográfico-cultural, también en el ámbito temporal.

Más allá de los Estados

Porque el propio concepto que da título al curso, «Diplomacia pública, y diplomacia cultural –que no es sino uno de sus principales corolarios–, trasciende a la diplomacia clásica, la de los Estados –sobre todo la de las grandes potencias, la de los Kissinger (EEUU) y Gromiko (URSS)–, que marcó toda una época de la historia reciente.

Es evidente que esa diplomacia no ha desaparecido ni lo hará (Biden-Putin, Lavrov-Blinken…) pero no es menos cierto que asistimos a una nueva etapa de relaciones internacionales mucho más horizontales, en la que naciones sin Estado, regiones económicas, ciudades, empresas, grupos organizados en torno a distintas inquietudes y circunstancias… están articulando lo que se conoce como diplomacia pública, en el sentido más amplio e inclusivo de este último término. Al punto de que los propios Estados, y potencias, dan una creciente relevancia a lo que se conoce como el soft power (poder blando), esa suerte de capacidad para conjugar iniciativas culturales y medios diplomáticos para exportar presupuestos ideológicos.

Diplomacia cultural

Y es que la diplomacia pública incluye toda una serie de intercambios, y la diplomacia cultural es, a día de hoy, una de las más efectivas para que una comunidad, estatal, nacional, autonómica y/o local se dé a conocer y articule relaciones con otras comunidades.

La cultural es una de las más decisivas, pero no la única. La dinámica que está llevando a las ciudades a trabajar diplomáticamente (diplomacia urbana), a las regiones económicas, a las comarcas… son elementos que conforman el nuevo paisaje diplomático.

Todo ello sin olvidar las posibilidades que la creciente presencia de grandes empresas y grupos económicos en el mundo ofrecen para dar a conocer la existencia de un país-patria-comunidad (que cada quien le ponga nombre).

Volviendo al Palacio Miramar (a Euskal Herria), de todos es conocido el valor mundial de marcas empresariales como Orbea (tendrá un representante en el curso) y de iniciativas económicas como la MCC y sus subgrupos (como ULMA), presentes en decenas, cuando no centenares, de países.

Todo ello marca un nuevo concepto de las relaciones con el mundo y de fenómenos como la diáspora, que ha marcado la historia de pueblos con una historia trágica y marcada por la huida y la emigración (vasca, irlandesa, armenia…), y que serán comparativamente analizados en esos tres días. El mundo no para y las viejas concepciones de la diáspora ya no sirven para describir la realidad.

Al contrario, esas percepciones caducas no hacen sino debilitar la comprensión de ese fenómeno, de sus potencialidades y de sus límites.

Participantes

El curso contará, así, con la presencia de toda una autoridad en diplomacia pública, Nicholas Cull, así como expertos en diásporas, comenzando por la vasca y acabando en la lituana, sin olvidar iniciativas y disgresiones en torno a la diplomacia cultural catalana, quebecois u holandesa…

John Bieter Garmendia (Boise, EEUU), Carla Figuera, Martin Russell, Colin Hicks e Ilan Manor (diplomacia digital) configuran el amplio panel de ponentes.

Toda una batería de aportaciones que trascienden el ámbito académico. Porque, como señala el coordinador del curso, Imanol Galdos, la diplomacia pública, en su concepto más amplio y horizontal, precisamente supera y trabaja por anular esa tendencia centrípeta tan en boga estos últimos años y con la que tantos dirigentes sin escrúpulos llevan a sus países a una deriva ombliguista tan ineficaz como peligrosa.