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Los choques entre talibanes y tropas afganas llevan la violencia al límite

Al inicio de la retirada de las tropas de EEUU y de la OTAN de Afganistán, los talibanes lanzaron una impresionante ofensiva que avanza sin precedentes para conquistar territorios con el objetivo de obligar a las autoridades afganas a aceptar la paz que ellos proponen o a sufrir una total derrota militar. Los combates mantienen la violencia al límite mientras las fuerzas afganas tratan de recuperar el control de puestos fronterizos clave con Pakistán.


Los talibanes lanzaron hace semanas una impresionante ofensiva para conquistar territorios, con el objetivo de obligar a las autoridades afganas a aceptar la paz que ellos quieren dictar o a sufrir una total derrota militar.

La rapidez de estos ataques ha hecho añicos cualquier esperanza de que las conversaciones iniciadas en setiembre de 2020 en Doha –y estancadas– ofrecieran un marco de poder compartido entre los dos bandos antes de la retirada de las fuerzas extranjeras, prevista para el 31 de agosto.

En estos momentos, los talibanes están imponiendo el ritmo de los combates e intensificando la ofensiva, acorralando capitales de provincias y tomando control de puestos fronterizos clave.

Los mayores choques tuvieron lugar los últimos días en Kandahar, después de que los talibanes conquistaran el martes el puesto fronterizo de Waesh, situado en esa provincia, uno de los cuatro que conectan Afganistán con Pakistán y una de las mayores ganancias conseguida por los talibanes en veinte años de guerra.

Pakistán salió al paso para negar las acusaciones del primer vicepresidente afgano, Amrullah Saleh, de que las fuerzas paquistaníes están dando apoyo militar aéreo a los talibanes afganos en el paso fronterizo recién tomado.

Afganistán y EEUU han acusado durante años a Pakistán de albergar en su territorio y brindar apoyo a los talibanes, algo que Islamabad siempre ha negado.

Los expertos creen poco probable que los talibanes tengan la capacidad militar para atacar la fortificada Kabul, defendida por artillería pesada y las fuerzas aéreas del Ejército afgano, que podría mantenerlos a raya.

Pero, al privar a las autoridades del aprovisionamiento procedente de países vecinos o de los ingresos generados por las aduanas de los puestos fronterizos, los talibanes parecen estar intentando que el Gobierno colapse, al tiempo que socava la moral de las tropas en los combates.

«Tengo la impresión de que los talibanes todavía prefieren una vía política, pero una cuyo objetivo sea la capitulación» de las autoridades afganas y, «si eso fracasa, también quieren tomar la vía militar», señala Ibraheem Bahiss, del International Crisis Group.

Después de haber pregonado un acuerdo negociado entre los talibanes y Kabul, los responsables estadounidenses criticaron la poca consideración de los insurgentes ante los deseos de la comunidad internacional.

«Tenemos que ver un gesto por parte de los talibanes que demuestre que no sólo buscan una victoria militar total», declaró el general Kenneth McKenzie, jefe de Centcom, el mando central de EEUU a cargo de las operaciones en Afganistán y en la región.

Ofensiva insurgente

En sólo unas semanas, los talibanes han golpeado seriamente a las fuerzas afganas, formadas, entrenadas y equipadas durante dos décadas por la coalición extranjera bajo el coste de decenas de miles de millones de dólares, pero ahora privadas del crucial apoyo aéreo estadounidense.

«La vulnerabilidad de las fuerzas afganas frente a los talibanes fue una sorpresa, pocos esperaban que colapsaran, incluso parcialmente, tan rápido», indicó Atiqullah Amarkhail, un general afgano retirado.

Tras derrotar u obtener la rendición de los desmoralizados soldados afganos, los talibanes se apoderan de armas, vehículos y material militar.

Esta ofensiva va acompañada de una serie de homicidios selectivos de miembros de la sociedad civil, periodistas, políticos y pilotos militares, con el propósito de debilitar la confianza de los afganos en la capacidad de las autoridades para proteger a la población. La mayoría ha sido atribui- do a los talibanes, que niegan matar a civiles, mientras que la rama afgana del ISIS, que lucha contra ellos y contra el régimen, ha reivindicado algunos.

«Es en ciudades como Kabul donde los talibanes pueden esperar resistencia (...) civil y política», precisa un informe de la Red de Analistas de Afganistán.

Lucha en las ciudades

Revertir el ataque de los talibanes es crucial para el Gobierno afgano, antes de que el invierno limite las operaciones militares.

En cuanto a las ciudades, los talibanes enviaron mensajes contradictorios: sus líderes aseguran que quieren evitar luchas en zonas urbanas, pero han atacado en suburbios de las capitales de provincia.

El alcance del control de los talibanes en el país no tiene precedentes desde que fueron expulsados del poder a finales de 2001.

«Lo más sorprendente de la ofensiva es que se centró en el norte y el oeste», explica Bill Rogio, de una fundación estadounidense por la defensa de la democracia, quien subraya que los insurgentes han llevado los combates a zonas cercanas de personas destacadas en el poder.

«Si los jefes de la guerra y otros líderes influyentes pierden su apoyo del norte y del oeste, el Gobierno afgano está perdido», augura Rogio.