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LA ABUELA

Quién te querrá cuando la vejez disuelvatu juventud


La nueva película de Paco Plaza, fruto de la lujosa combinación de talento junto con Carlos Vermut (como guionista) y Enrique Lavigne (en labores de productor), no tarda en mostrar las credenciales de aquello que se nos ha prometido: uno de los títulos de género más potentes de la temporada; un recordatorio de que el fantastique sirve, en parte, para dar forma a los monstruos que, sin nosotros saberlo, campan en lo más profundo de nuestra mente.

Y es que todas las imágenes que conjura “La abuela” se suceden mediante una lógica que, por muy retorcida que pueda parecer (y en efecto lo es), no deja de hablarnos, en términos muy comprensibles (universales, se podría decir), sobre cómo nos acercamos a algunos de los grandes temas de la vida. Esas inquietudes que, mal tratadas, pueden muy fácilmente degenerar en esos terrores que no nos permitirán pegar ojo por la noche. El mismo año que Gaspar Noé dejó las bromas aparte para hablar de la tragedia de los padres que se van (y que no se puede hacer nada para que se queden), Paco Plaza aborda el mismo drama con las formas de un horror refinado en las formas, pero con alma salvaje.

A través de un audaz sentido de la coreografía, el director valenciano vuelve a comportarse como una imparable máquina creadora de imágenes con potencial icónico y perturbador. “La abuela” está construida a partir de sombras y reflejos; de repeticiones visuales que parecen llamar a un ritual que, como tal, deforma y da nuevo sentido a cada elemento con el que juega... hasta llevarnos a esa línea de meta que detestamos... pero a la que vamos a llegar.