GARA Euskal Herriko egunkaria
CRISIS PREBÉLICA EN UCRANIA

Scholz y Baerbock buscan el norte de la política exterior alemana

La crisis entre Ucrania y Rusia complica la reorientación de la política exterior de Alemania. El nuevo canciller alemán, Olaf Scholz (SPD), ha de sintonizar su papel con el de su socia ecologista, la ministra de Exteriores Annalena Baerbock (Verdes). La nómina de su ex canciller Gerhard Schröder (SPD) como alto cargo de la Gazprom rusa complica el panorama.


La política exterior es la hermana gemela, por no decir siamesa, de la interior. Cuando en casa las cosas no van bien, e incluso van muy mal, a más de una o un jefe de Gobierno se le ha ocurrido calentar una crisis internacional para desviar la atención de los problemas domésticos hacia fuera. En la actualidad es el denominador de todos los Ejecutivos que toman posición en la crisis internacional en torno a Ucrania. Alemania no es la excepción, sino la regla.

El canciller Olaf Scholz ha vuelto a reaparecer en la tribuna política cuando los sondeos auguran una fuerte caída de su Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) frente a la primera fuerza de la oposición, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Friedrich Merz.

El lunes, el jefe de Gobierno alemán aterrizó en EEUU para presentarse en su nuevo cargo ante el presidente de EEUU, Joe Biden, a quien tampoco le gustan los resultados de sus encuestas. Mientras el «líder del mundo libre» ya ha decretado el envío de unidades de combate a Polonia, Rumanía y Alemania, su homólogo alemán se muestra más cauto. Hasta ahora, Berlín ha mandado un hospital militar y 5.000 cascos a Ucrania pero se niega a entregar armas como están haciendo EEUU, Gran Bretaña y Estado francés.

La precaución alemana generó agrias críticas en EEUU. “The New York Times” criticó la «pasividad» de Berlín. “The Wall Street Journal” cuestionó la «fiabilidad» de Alemania como socio de la OTAN y le acusó de dar más importancia al «gas ruso barato y a apaciguar Putin».

La realidad no es tan sencilla. Scholz está todavía calibrando el reparto de su peso en la política exterior con el de su socia, la ecologista Annalena Baerbock, la jefa de la diplomacia alemana. Por ley, el canciller marca las pautas de su Gobierno; de hecho, en las últimas dos décadas, la Cancillería Federal ha asumido muchas competencias, ante todo en las relaciones con la UE, que antes recaían en el Ministerio de Exterior.

Nada más echar a andar el tripartito con los Verdes y el Partido Liberaldemocrático (FDP), Scholz declaró, para asombro de muchos, las relaciones con Rusia como asunto suyo. Obviamente, teme que los Verdes fijen la política exterior en el ancla de la defensa de los derechos humanos y de la legalidad internacional, lo cual enfrentaría un tanto más a Berlín con Moscú. Siguiendo este nuevo norte, Alemania se alinearía con EEUU contra Rusia debido a la ocupación de Crimea y por el trato a opositores como Alexej Navalny.

Ello pondría en riesgo la puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2, que atraviesa el Mar Báltico desde Rusia hacia Alemania. El proyecto se debe al excanciller Gerhard Schröder (SPD) quien lo lanzó antes de dejar su cargo publico. Después cruzó la jugosa puerta giratoria que le había abierto Putin para tomar un asiento bien dotado en la estatal Gazprom.

Desde entonces Schröder defiende los intereses rusos en Alemania. No es el único, porque su correligionaria Manuela Schwesig también quiere que Nord Stream 2 funcione ya que el gasoducto supone puestos de trabajo e ingresos para su muy agrario land de Mecklenburgo-Antepomerania. La ministra-presidente ganó con holgura las elecciones en 2021.

Aparte de estos problemas internos del SPD, está sobre la mesa la posición de Berlín respecto a Moscú. Cuando el alcalde de Kiev, el exboxeador Vitali Klitchko, se mofa sobre el envío de los cascos militares a su país, ironizando sobre «¿Qué es lo siguiente que mandarán, almohadas?», obvia el pasado y presente germanoruso. La «guerra de exterminio» que la Alemania nazi llevó contra los pueblos de la Unión Soviética entre 1941 y 1945 determina hasta hoy en día la política exterior de Berlín mientras que en Ucrania una corriente neofascista reivindica la colaboración de Stepan Bandera con las SS contra los «bolcheviques» o sea rusos, y judíos.

Incluso si Scholz o Baerbock quisieran mandar armas pesadas no podrían porque, de un lado, habría obstáculos legales, y de otro, las Fuerzas Armadas alemanas no pueden desprenderse de un armamento que no les sobra.

Esa debilidad militar también puede verse como una ventaja porque da alas a la diplomacia. En una situación en la que por una parte Putin junta fuertes contingentes en la frontera con Ucrania y Bielorrusia, mientras que por otra, Biden y sus homólogos británico y francés, Boris Johnson y Emmanuel Macron, respectivamente, mandan armas o soldados, conviene que Scholz y Baerbock se ofrezcan a buscar una solución negociada al conflicto.

La cuestión geoestratégica de fondo es si se crea una situación en la que pueda haber una convivencia entre la UE (y OTAN) con Rusia en Europa o si se cierra esta puerta. En este caso, a Moscú no le quedaría otro remedio que llegar a un entendimiento con China, el nuevo jugador global que, desde el Pacífico, pone en jaque la hegemonía geopolítica de EEUU