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ATHLETIC

Un chispazo de Guedes aborta la ilusión copera rojiblanca

Los pupilos de Marcelino carecieron de acierto cuando pudieron adelantarse en el marcador y después, ya con un electrónico adverso, estuvieron muy imprecisos a la hora de buscar la igualada. La escuadra rojiblanca se quedó sin su tercera final copera consecutiva.


VALENCIA 1

ATHLETIC 0


El Athletic no estará en su tercera final copera consecutiva. El conjunto vizcaino careció de la eficacia necesaria para tumbar a un Valencia al que le bastó con un chispazo de su futbolista franquicia, Gonçalo Guedes, y el orden defensivo para dejar en la cuneta a los rojiblancos. Estos ni tuvieron acierto cuando dispusieron de opciones para adelantarse en el luminoso ni precisión yendo por detrás.

Como se esperaba, el partido estuvo marcado por un ritmo muy alto, con mucha intensidad y gran disputa en los balones divididos por parte de ambas escuadras. Una dinámica que permitió llegadas mutuas a sendas áreas, pero que no se transformó en verdadero peligro hasta el último tramo de una primera parte, en el que los porteros tuvieron que entrar en acción.

Fue la escuadra rojiblanca la que pareció salir con mejor pie al césped de Mestalla, robando en tres cuartos y aprovechando la velocidad de Iñaki Williams, quien se movió por todo el frente de ataque. El once de Marcelino, que tuvo que variar tras el calentamiento por unos problemas estomacales de De Marcos –le relevó en el lateral derecho Lekue– y en el que solo repitieron cuatro futbolistas del Camp Nou, le cogió la medida a su rival en los primeros compases de la semifinal.

Sin embargo, no tuvo claridad en los metros decisivos, llegando a la línea de fondo y centrando, pero sin encontrar ese rematador preciso para superar a Mamardashvili. El Athletic amagaba, pero no golpeaba. Como en una falta directa que Muniain botó por encima del larguero y, sobre todo, en una rápida contra en la que el txantrea- rra asistió de lujo a Iñaki Williams, que superó y recortó a Diakahby, pero se encontró con la rápida salida del meta che.

Una jugada clave al producirse al filo del descanso y especialmente porque, a renglón seguido, llegó la bofetada decisiva con la que los rojiblancos se iban a ir al descanso. De un corner y posterior rechazo, Guedes se sacó un misil desde fuera del área al que poco pudo hacer Agirrezabala. Todavía pudo ser peor. En el tiempo del descuento, y con el Athletic volcado en pos del empate, un robo local acabó en centro de Bryan que no encontró por muy poco a un Hugo Duro que ya se relamía.

Dominio impreciso

Obligados por el adverso marcador, los leones se hicieron con el control del esférico, pero el Valencia se replegó muy bien y no escatimó esfuerzos en las ayudas defensivas. Los rojiblancos buscaron superar líneas con los movimientos de sus futbolistas más ofensivos, sin embargo la zaga che –también sus atacantes– estuvo muy consistente, sin permitir apenas alegrías a los visitantes.

Como en el primer periodo, el Athletic llegaba, pero no finiquitaba. Pisaba área rival sin probar a Mamardashvili. Marcelino decidió mover el árbol a falta de media hora para la conclusión, el equipo debía oxigenarse y, sobre todo, buscar nuevas ideas para horadar la impenetrable defensa valencianista. En apenas cinco minutos, el cuadro vasco dispuso de dos buenos lances, sin concrección final.

Primero Muniain se hizo con un balón dentro del área local para probar el tiro roscado buscando la escuadra, que no encontró por escasos centímetros. Después, de una falta al borde del área, Iñigo Martínez optó por el chut duro y seco, pero también centrado, encontrando las dos manoplas del guardameta georgiano.

Las prisas no son buenas consejeras y el Athletic pecó de falta de claridad a la hora de elaborar, mientras el Valencia entraba en su habitual juego de perder el máximo tiempo posible y frenar el ritmo del envite. Las imprecisiones marcaron el fútbol rojiblanco, que no lograba perforar la vía de agua para alcanzar su tercera final consecutiva.

La ansiedad por igualar la contienda generó más de un fallo en forma de fuera de juego y los errores en las combinaciones se multiplicaron, aunque los pupilos de Marcelino no se rindieron nunca. El último estertor llegó en las botas de Yuri, quien empalmó raso un rechazo tras saque de esquina. La suerte estaba echada y, en esta ocasión, no estuvo del lado vizcaino, ni tampoco el acierto.