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No a la OTAN, sí a la ONU


La invasión de Rusia en Ucrania está generando un sinfín de reacciones a todos los niveles, desde los gobiernos hasta el ciudadano de a pie, así como en todos los ámbitos de nuestra vida, tanto en lo político como en lo económico y sin olvidarnos de lo informativo.

Los medios de comunicación nos transmiten que Putin, en su afán de reducir a los nazis que dominan Ucrania y que pretenden incorporarla en la OTAN (lo cual lo interpreta como una amenaza para Rusia) no ha tenido más remedio que invadirla. Puede que haya algo de verdad en lo de los nazis (si es por los paramilitares que llevan años actuando en Dombás y están siendo potenciados por los estados occidentales) y la OTAN (que ha ido incorporando estados del este de Europa en contra de acuerdos adoptados al desintegrarse la URSS), pero no es toda la verdad (en los últimos ocho años no han hecho ninguna mención de la situación bélica en Dombás), ni tampoco que no hubiese otras alternativas.

Por su parte los estados integrantes de la OTAN dicen que es peligroso que intervengan directamente en apoyo de Ucrania por lo que deciden enviarle armamento para que pueda hacer frente a las milicias rusas. Pero además están planteándose adoptar medidas económicas para aumentar su armamento. ¿Destinar más dinero a armamento, cuando este conflicto ha originado problemas en el abastecimiento de productos alimentarios y de energía, encareciéndolos de forma alarmante y empobreciendo a los ciudadanos? Parece que el mundo se está volviendo loco, o que ya lo está completamente, al menos nuestros dirigentes.

Convendría hacer un poco de historia y quizás podríamos encontrar una alternativa a las acciones armadas.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se creó la ONU con el objetivo de mantener la paz y la seguridad internacionales en el futuro, fomentar relaciones de amistad entre las naciones, lograr la cooperación internacional para solucionar problemas globales y servir de centro que armonice las acciones de las naciones. La Carta de las Naciones Unidas en su artículo 26, concibió la posibilidad de un sistema de regulación de los armamentos que aseguraría «la menor desviación posible de los recursos humanos y económicos del mundo hacia los armamentos». La ONU ha establecido varios foros para dirigir los temas del desarme.

Este es el espíritu que surgió tras una guerra mundial y que debería seguir valiendo en todo momento, sobre todo cuando surgen conflictos como el de ahora en Ucrania, pero también ahora mismo en Sáhara, Palestina, Siria, Yemen, Afganistán, Etiopía, Myanmar, etc. Lo que este mundo necesita son menos armas (con las actuales se puede destruir el planeta infinidad de veces) y más dialogo. Esto no lo podemos esperar de los políticos actuales, que siguen las directrices de las macropotencias económicas, incluida la armamentística. Tendrán que ser los ciudadanos los que se manifiesten y exijan que se lleve a cabo este cambio de actitud.

Nos sobra la OTAN y necesitamos una ONU más fuerte sin derechos a veto.