La otra cara de Bilbo, la que se esconde

Un joven migrante de 20 años de edad apareció muerto el martes en un contenedor en las instalaciones de Zabalgarbi. El mismo día, también en Bilbo, falleció un hombre sin hogar que pernoctaba en el parque de Doña Casilda. A pesar de lo que pueda parecer, no son hechos aislados, sino que cada vez son más frecuentes en nuestro entorno. En noviembre pasado, por ejemplo, Irungo Harrera Sarea denunció que un joven casi pierde la vida al voltear el camión de la basura el contenedor en el que dormía.

En situaciones de necesidad adquiere una relevancia especial la actuación institucional. La falta de recursos para aquellos que, como el joven muerto en Bilbo, pasan de estar tutelados por las instituciones públicas a quedarse en la calle sin ningún medio impide que estas personas puedan realizar una transición digna a una vida autónoma. Esa ausencia de infraestructuras y programas públicos no solo afecta a los migrantes, sino que también la padecen las personas sin hogar. Es especialmente cruel la persecución a la que se somete a las personas que pernoctan en la calle por parte de las autoridades públicas, especialmente en Bilbo, donde se suele desalojar a los que duermen bajo los puentes de Euskalduna o La Salve, y donde, además, en enero cerraron las canchas de Atxuri en las que pasaban la noche decenas de personas; y como colofón, el albergue solo se abre en las noches más frías de invierno.

A todo ello hay que sumar una concatenación de ataques homófobos. En este contexto, al menos cuatro hombres gais –se investiga el caso de otros tantos– han muerto a manos de otro varón que se citaba con ellos en sus casas, los envenenaba y les robaba de sus cuentas bancarias. Como mínimo, parece haber un sesgo homófobo en las investigaciones de la Ertzaintza que puede haber retrasado una intervención más eficaz. Deberán aclararlo.

No es crónica negra, son problemas políticos, sociales y económicos que no se atienden como se deberían porque no casan con la imagen de ciudad que se quiere vender.