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Boris Johnson y su espejo, los «tories» y sus tahúres


Que 148 diputados de su formación, el 41% de la bancada tory, exija que salga del número 10 de Downing Street es una victoria pírrica, o una derrota piadosa, incluso para un premier incombustible como Boris Johnson.

El histriónico exalcalde de Londres, noqueado por el «Partygate» (gabinetes-orgías de alcohol mientras ordenaba a la población un aislamiento social general), estará dudando hoy entre mirarse en el espejo de su antecesora, y a la que él personalmente apuñaló, Theresa May, o más atrás, en el del histórico líder conservador John Mayor.

May sufrió en 2019, en plenas y tensas negociaciones del Brexit con la Unión Europea, su propia rebelión interna tory a finales de 2018 y la superó con más apoyos (63% frente al 37%) que Johnson, lo que no fue suficiente para que se mantuviera como primera ministra, cargo del que tuvo que dimitir seis meses después.

John Mayor, que afrontaba asimismo desde 1993 duras críticas por parte de los sectores euroescépticos del partido, críticos con su apuesta por el Tratado de Maastricht, soportó desde entonces varias revueltas internas conservadoras alimentadas por la profusión de escándalos de todo tipo. Las sorteó todas, sin duda por el temor a un desastre electoral. Pero este llegó finalmente, con la pérdida en 1996 de su mayoría parlamentaria y con su aplastante derrota en 1997 ante un joven Tony Blair que se presentaba con su famosa «Tercera Vía».

Es posible que Johnson, tan pagado de sí mismo y pendiente de su revoltosa pelambrera rubia, no piense en compartir el destino de nadie y se siga mirando ensimismado en su espejo. Y que se guste.

Pero el calvario para él ya ha comenzado. Y las elecciones parciales a finales de mes en un par de distritos pueden ser decisivas para vislumbrar su futuro a corto o medio plazo.

Johnson solo tiene dos aliados. De un lado, su obcecación –ha llegado a asegurar que solo sale de Downing Street con las piernas por delante–. Pese a que más del 60% de los británicos exige que se vaya, solo el 7% cree que vaya finalmente a dimitir. Resignación flemática británica.

Por otro lado, y más definitiva, está la cuestión del liderazgo opositor. Los resultados de las recientes elecciones locales, aunque fueron un toque de atención a los tories, no dieron un espaldarazo claro al líder laborista, Keir Starmer. Muchos diputados conservadores deben estar haciendo cuentas o consultando a tahúres. ¿Hasta cuándo?