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AZKEN PUNTUA

Aunque ya no esté el poeta para contarlo


En 1986, un año después de que desapareciese la dictadura militar, viajé a Montevideo y, allí, en la todavía precaria redacción del semanario "Brecha" pude entrevistar a Mario Benedetti. "Brecha" había sido fundado en octubre de 1985 por un grupo de periodistas del desaparecido "Marcha" que fue clausurado por los militares en 1974. En aquella redacción con pocos medios, pero con mucha honestidad periodística, ante una mesa y una máquina de escribir que hoy parecerían sacadas de un museo, Benedetti me habló de su vida. Entre las cosas interesantes que contó, recordó la solidaridad del pueblo uruguayo con los exiliados republicanos y vascos que llegaron a Montevideo huyendo de la represión franquista. Aún recordaba cómo acudían a recibirles entre aplausos cuando descendían de los barcos en esa imagen desoladora que siempre es la del exilio. Décadas después, en agosto de 1994, él y ese mismo pueblo volvieron a salir a la calle para defender el derecho de asilo de tres refugiados vascos en huelga de hambre que iban a ser entregados al Estado español. En las manifestaciones, brutalmente reprimidas por la policía, Fernando Morroni y Roberto Facal fueron asesinados. Hoy, 28 años después, su memoria y la exigencia de justicia siguen vivas en las calles de Montevideo, aunque ya no esté el poeta para contarlo.