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Todo son avisos de un desastre inminente


Los escenarios se llenan de iniciativas que responden al calendario, las efemérides, un clamor social, una tendencia o a una sugerencia que debe llegar en clave de mensaje telúrico musitado desde el fondo de las conciencias o de los reservorios de la literatura dramática universal. Esto sería una relación agradecida en cuanto a los contenidos, pero si nos colocamos en otro escalón de la clasificación genuina, las estéticas, entonces debemos recurrir a otras experiencias, casi extrasensoriales, para poder realizar esas listas o agrupaciones imposibles por rubros e ismos mucho más inaprensibles que sirven para el entretenimiento de ociosos coleccionistas de valores volátiles o investigadores de las obviedades a granel. ¿Existe una memoria teatral colectiva? Me preguntan desde una revista sobre Alfonso Sastre y me quedo encallado, mi capacidad de recordarlo en pasado se estrecha, pero no soy capaz de ver en el presente algo más que una nueva edición de sus obras, que vendrá a refrescar algo la memoria de quienes ni conocieron su figura intelectual, ni su ingente obra como pensador y dramaturgo. Los que sí estuvimos compartiendo tiempo, espacio e ideales formamos un sustrato emocional difuso y poco operativo en estos tiempos tan disparatados. Son avisos de un desastre.