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El presidente italiano encarga gobierno a Meloni, apoyada por Salvini y Berlusconi


Eel presidente italiano, Sergio Mattarella, encargó formar gobierno a la líder de los ultraderechistas Hermanos de Italia, Giorgia Meloni.

Meloni llegó al Palacio del Quirinal sonriente y preparada para constituir un Ejecutivo junto a sus socios de coalición, Matteo Salvini, de la también ultraderechista Liga, y Silvio Berlusconi, de la conservadora Forza Italia, repartiéndose los ministerios y otros cargos.

Era la segunda vez que Meloni se reunía con Mattarella, que la convocó por la mañana junto a sus aliados para la ronda de consultas previa a la formación del Gobierno efectuada por el presidente de la República, a quien la coalición propuso formalmente el nombre de la líder de Hermanos de Italia, el partido más votado, con un 26 %.

El jefe del Estado esperó a anunciar su decisión al regreso del primer ministro saliente, Mario Draghi, que participó en el Consejo Europeo sobre energía en Bruselas.

La primera mujer de la historia de Italia en recibir el encargo tendrá que volver al Quirinal para entregar al jefe del Estado la lista con los integrantes del Gobierno, ya que la Constitución italiana establece que los ministros son nombrados, a propuesta del presidente del Ejecutivo, por el jefe del Estado, que tiene capacidad de veto.

Será entonces cuando Meloni jure el cargo, posiblemente durante el fin de semana, en el que tendrá lugar el traspaso de poderes con el primer ministro saliente, Mario Draghi, con la celebración del primer Consejo de Ministros.

Para la puesta en marcha oficial del Gobierno Meloni, esta deberá someterse a la investidura en las dos sedes del Parlamento, el Senado y la Cámara de Diputados, un formalismo dado que la coalición cuenta con una mayoría suficiente para gobernar.

Berlusconi traga y calla.

Meloni logró ayer que su locuaz e incómodo socio Berlusconi guardara silencio.

Tras el primer encuentro con Matarella, la primera ministra «in pectore» habló ante la prensa durante poco más de un minuto mientras el magnate callaba a su lado, limitándose a sonreír y asentir.

Un trago muy duro para un político ávido siempre de acaparar el protagonismo.