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Dignidad contra avaricia


No está en el foco mediático, no se le da la relevancia que a otros conflictos, tal vez porque no es en Vitoria o porque la empresa no tiene la cantidad de trabajadores de la Mercedes, tal vez porque las batallas de los justos no tienen el marketing que las miserias cotidianas de la política, no lo sé. Pera la digna batalla que están dando los trabajadores y trabajadoras de Trelleborg en Izarra merece conocerse y valorarse por las enseñanzas que encierra y la ferrea voluntad altruista de una plantilla que lleva en lucha y con huelgas desde marzo hasta la fecha.

Y es que esta es diferente a otras batallas laborales por muchas cuestiones, la primera es que los y las huelguistas no piden un simple aumento salarial o una disminución de jornada, se han empeñado en cambio en acabar con las injustas condiciones de una plantilla en que, por el mismo trabajo, hay personas que cobran hasta el 70% más que otras, por acabar también con un supuesto «plan de carrera» que solamente precariza y abarata las condiciones de quienes ingresan recién a la planta y, finalmente, por defender la conciliación de la vida familiar atacada por una empresa que cree que puede disponer de la vida de la plantilla como si fuesen máquinas que se pueden apagar y encender a gusto.

En resumen, de un lado tenemos a huelguistas que, en muchos casos, defienden no tanto ganar más ellos sino que sus compañeros se acerquen a sus salarios. Del otro lado, la empresa, opuesta rabiosamente a equiparar los salarios porque entiende que, siendo los mayores los que más cobran, cuando se jubilen se quedará con los salarios más bajos. Esto nos lleva a la reflexión sobre los mecanismos de una patronal avariciosa de ganancias que, con este tipo de prácticas, ha logrado que los trabajadores de hoy en el Estado español cobren en promedio hasta un 20% menos que hace 15 años.

Además, la empresa, lejos de intentar una salida negociada al conflicto, se niega a negociar con el comité de huelga y ha hecho de la intimidación a la plantilla su herramienta cotidiana, llamando a los trabajadores y trabajadoras una a uno a «conminarlos» a dejar la huelga, mostrándoles sus fotos en las redes sociales de los sindicatos, amenazando con despidos a los que menos años llevan, hostigando al comité de huelga y desconociéndolo como actor negociador válido. Y, finalmente intentando desestabilizar la huelga utilizando tristemente al sindicato CCOO (cuya traición en este conflicto daría para otro artículo) como ariete contra los huelguistas.

Por eso emociona y mucho la dignidad en la respuesta de la plantilla, han sido capaces de aparcar las diferencias sindicales y presentar una candidatura conjunta llamada Trelleborg Borrokan con la participación del resto de sindicatos en la empresa (ELA, UGT, ESK, LAB y Trabajadores Independientes), demostrándonos en los hecho el poder de la unidad de la clase trabajadora, arrasando con la candidatura de la empresa en unas elecciones sindicales parciales en las que la intimidación por parte de la empresa cortaba el aire.

Y es así de sencillo, por un lado, la avaricia de una dirección de empresa obtusa y obcecada que busca incrementar sus ganancias a costa de precarizar y abaratar las condiciones de la pantilla y que, para ello, ha demostrado que es capaz de todo y, por otro, una lucha que conjuga justicia y desprendimiento, unidad obrera sindical y tanta dignidad que alcanzaría para hacer una transfusión al resto de la clase trabajadora. No sé como acabará este conflicto, la empresa juega con cartas marcadas, pero la respuesta que están dando los y las currelas de Trelleborg me hace pensar que todavía hay esperanza.