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Irati, nuestra Excalibur


Aún no he visto ‘Irati’ de Paul Urkijo, espero impaciente a que se estrene en los cines para disfrutar el resultado de un proyecto que lleva años gestándose y que he seguido de cerca. Estrenada en la sección oficial en Sitges, merecedora del premio del público y de los efectos especiales ex aequo, la película, dicen, es una historia de amor. Dicen que es una historia de amor por la trama, digo que esta es una historia de amor hacia el género fantástico y de aventuras, hacia la mitología, la cultura y, sobre todo, el cine. En un país en el que sacar adelante una película independiente es una tarea cuasi romántica (hay pocas excepciones), llevar a buen término una producción tan complicada es un acto de amor. Seamos conscientes de que Paul Urkijo podría ser nuestro John Boorman e ‘Irati’, nuestra ‘Excalibur’, cambiando parajes irlandeses por frondosos bosques. Se comenta que ‘Irati’ podría haber tenido mejores efectos especiales y me acuerdo de lo que un día me contó John Boorman (y sonrío): «Todo ha avanzado mucho. Pero, por otro lado, los avances han hecho cínico al público porque ve una cosa asombrosa en la pantalla y dice: ‘¡Otro efecto por ordenador!’». En una secuencia de ‘El sastre de Panamá’, Jeffrey Rush lanza un crêpe por los aires y lo atrapa perfectamente; claro, todo el mundo pensó que era un efecto digital. ¡Y no lo era! Espero ver ‘Irati’ en la pantalla grande con la candidez de la niña que fui al ver ‘Excalibur’.