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¿Es lo que hay?


La historia de los pueblos por su liberación nacional y social ha demostrado que no hay nada más dañino en el avance hacia la emancipación que resignarse a que no se puede transformar la realidad o colocar el objetivo más allá de lontananza, despreciando los puertos base. Y es que ciega tanto el exceso de luz como su ausencia..

El sistema de poder, de ocupación, siempre ha tratado de gestionar los dos extremos para neutralizar el camino hacia la libertad de los y las trabajadores y trabajadoras y de las naciones; y en cada momento histórico se ha aprovechado de ambos con el objetivo de que nada cambiara. Tanto el inmovilismo como el mesianismo hiperrevolucionario son colaboradores habituales del sistema capitalista para que todo siga bajo control.

Si la coyuntura brinda la ocasión, perfecto; y, si no, la realidad se recrea para facilitar el escenario propicio, o propiciatorio. Aquí conocemos de sobra esa estrategia; aunque eso no significa que seamos inmunes. Y es que hay una frase que en los últimos tiempos escucho con frecuencia y que, debo confesar, me preocupa porque no se ajusta ni a la realidad que vivimos ni al recorrido que estamos haciendo: “Es lo que hay”.

Pues resulta que no es lo que hay. A no ser que estemos hablando del fomento de un estado de ánimo colectivo para extender la sensación de que no es posible transformar la realidad en la que vivimos y que, en relación al pasado, la lucha y la vida de tantos voluntarios/as y militantes no sirvió para nada, por lo que, de cara al futuro, lo mejor es que cada cual intente buscarse la vida porque la independencia y el socialismo es una ensoñación.

Es la inducción del pesimismo, de un desencanto derrotista que, si analizamos en verdad el momento histórico y político que vivimos en Euskal Herria no aguanta un pase. Aun así, es preocupante porque puede calar en la sociedad vasca e incluso entre sus sectores más activos. Esa desmoralización, el recurrir a que todos los políticos son iguales no sólo pretende despolitizar y desmovilizar sino que incluso arrastra a la pérdida de valores ideológicos; o a su contrario, la sobreideologización sectaria de quienes se creen los sacerdotes del proletariado.

En ese escenario recreado son de destacar la colonización cultural y el hispanocentrismo, que coloca el foco en España como si lo relevante fuera la metrópoli y sus circunstancias y nuestra nación una anécdota ibérica. En la uniformización española EITB está jugando su papel llevando de continuo la atención a Madrid, diluyendo nuestra realidad informativa en el caldo español e incluso importando lo más casposo y cutre de su panorama comunicativo y de sus formatos y contenidos de entretenimiento.

Que lo haga Vocento, es cuestión de hacernos mirar eso de alimentarnos informativamente por ese grupo y, encima, financiarlo. Pero que lo haga la radio-televisión pública vasca, eso ya es otro tema.

En cualquier caso, lejos de resignarnos y acudir a la docilidad bovina del “es lo que hay”, debemos combatir sin descanso esa idea y sus tendencias inducidas para darlas la vuelta. “En peores plazas hemos toreado”, acostumbraba a decir nuestro Jon Idigoras. ¡Y vaya que sí! Por eso mismo no podemos olvidar ni de dónde venimos ni que vamos, sin duda ni titubeo, hacia la independencia y el socialismo.

Dicho esto, la realidad es que nunca antes habíamos estado en mejores condiciones para avanzar hacia la emancipación nacional y social de Euskal Herria. Obviarlo y resignarse a que hemos llegado a un punto en el que ya no se puede conseguir más o, por el contrario, despreciar el momento y la acción presente porque los objetivos son tan puros y elevados que cualquier fase intermedia es socialdemocracia, es perpetuar esta realidad que tenemos el deber de transformar.

Porque la lucha es el camino y aún nos queda mucho, debemos ampliar el espacio y la fuerza de los abertzales de izquierda para romper el escenario impuesto, para soltar amarras y gritar, Abante, hasta la victoria!

“Estamos condenados a vencer”, proclamó el gran Telesforo de Monzón. Cierto, pero no se trata de una profecía sino de un compromiso político y de lucha.

Tenemos un pueblo que emana energía de transformación, que ha demostrado saber luchar por el futuro y que necesita y quiere avanzar hacia una sociedad más justa, más feliz.

Navegamos al lado de una juventud extraordinaria que en difíciles tiempos de desencanto y desorientación está sabiendo mantener la brújula en el punto cardinal de la liberación nacional y social, sin dejarse despistar ni por el individualismo y el abandono claudicante ni por las luces fatuas de los iluminados.

La juventud abertzale, los y las jóvenes estudiantes y trabajadoras siempre han sido no ya la esperanza de este pueblo sino su realidad más comprometida y creativa. Hay que dejarles hacer, porque ¡vaya si saben abrir camino!

Así pues, por encima del “es lo que hay” está lo que hay: una nación, un pueblo trabajador, una comunidad que desde los valores tradicionales del trabajo en común y la lucha va avanzando hacia su emancipación. Conquista a conquista, consolidando cada avance y dirigiendo el rumbo hacia el puerto final; sin despreciar los pequeños logros, pues cuando se tiene fijo el horizonte a alcanzar no hay palada corta.

La manifestación del próximo 12 de noviembre en Bilbo será una demostración de que estamos en primera linea y de que hay un futuro de liberación en marcha que haremos imparable.

Tenemos la responsabilidad de comprometernos por Euskal Herria; porque hemos nacido para alcanzar la independencia y el socialismo, para disfrutar del fruto de la lucha. En esa singladura, tenemos el A12 una cita ineludible para dejar claro que lo que hay no es lo que hay sino el provenir por el que luchamos.