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EDITORIALA

No sabemos qué escribieron tras «sorioneku», pero deberíamos pensar qué escribiríamos hoy


El hallazgo de la Mano de Irulegi ha generado una ilusión inaudita en una parte importante de la sociedad vasca. La inscripción en la mano de bronce, el signario adaptado, la hipótesis de que sea un ornamento de bienvenida, la propia palabra «sorioneku»… todo en este descubrimiento contiene un simbolismo inspirador.

Pocas veces un evento así es tan indiscutible y sale tan redondo. La pieza encontrada en Aranguren aporta nuevos consensos científicos y abre el camino a nuevas hipótesis y descubrimientos. Pero no solo tiene importancia lo que abandonaron en su huida los vascones a pocos kilómetros de Iruñea hace 22 siglos. Regresando a nuestros días, la recepción social de la Mano de Irulegi ha sido positiva en varios aspectos.

Aranzadi, la ciencia y la sociedad

La primacía de la perspectiva científica debe ser valorada como una buena señal. Claro que no debería ser un argumento para ahogar otros enfoques legítimos e interesantes, pero está bien que se subraye la dimensión científica de un hallazgo así.

La forma en la que se ha topado y conservado el objeto, el rigor con el que se ha analizado y la potencia divulgativa de los científicos implicados han logrado que el debate haya estado marcado por los valores de la actividad científica.

No solo por eso, pero Aranzadi es una institución reconocida socialmente por las excavaciones para recuperar cuerpos de personas desaparecidas tras el alzamiento franquista. En general, la profesionalidad y el mimo con el que la Sociedad de Ciencias vasca gestiona todos sus trabajos supone un plus de autoridad.

En un mundo necesitado de protagonistas que lo sean por hacer bien su trabajo, cabe destacar a Mattin Aiestaran. Impulsado por su equipo y por la institución, comandado por los expertos Javier Velaza y Joaquín Gorrotxategi, el director del yacimiento de Irulegi ha sido capaz de poner voz, rigor y entusiasmo a este acontecimiento. Con su relato se ha mostrado la dimensión del hallazgo, se han disipado dudas, se han fijado las necesarias precauciones y se ha proyectado este descubrimiento del pasado al futuro.

Un pueblo interesante y con buen humor

En un momento histórico tan confuso, con las taras que la pandemia ha dejado en el debate público, establecer la ciencia, el trabajo y la cultura como bases para la construcción de sociedades más libres es muy importante.

Sin embargo, es una buena señal que este país no se resguarde solo en la solemnidad y sea capaz de reírse o de cantar a cuenta de un hallazgo arqueológico. Docenas de memes, un himno, bertsos… en pocos días la Mano de Irulegi ha construido un universo popular paralelo. Aun a riesgo de caer en la frivolidad, no se debería abortar una vena tan creativa.

A pesar de todo ello, hay una parte del país que vive a espaldas de todo lo que tenga que ver con la cultura vasca. Este es un reto sociopolítico relevante.

Votar a mano alzada

En un momento de cierta atonía política, un descubrimiento científico de semejantes dimensiones tiene un valor y una profundidad reparadoras para el pueblo vasco. Quizás no debería ser así, pero mirando a la historia de las naciones seguramente no puede ser de otra manera.

Por ahora, es imposible saber qué pone tras la palabra «sorioneku», pero como sociedad podemos decidir qué queremos que ponga. Los y las demócratas y los y las independentistas tienen claro qué escribirían en esa mano: bienvenidas sean las personas y los pueblos que acepten lo que decida libre y democráticamente la ciudadanía vasca, y bienvenidas sean quienes respeten su cultura y su lengua.