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AZKEN PUNTUA

Preguntas reservadas


Inquieta pensar que la única fase en la vida de un ser humano caracterizada por su afán de saber, hasta el punto de merecer para la ciencia un sesgo universal tipificado como fase del «por qué», sea la infancia, sean esos primeros años en los que, además de cultivar otras artes marciales, los seres humanos hacemos preguntas, la única fase en el ciclo de la vida en la que se reconoce la demanda de respuestas como rasgo más sobresaliente.

Y sí, es verdad, a esa edad, ¿qué más podrían hacer esas pobres criaturas sino preguntas? Lo ignoran todo y, en consecuencia, todo quieren saberlo. De ahí que familia, escuela y sociedad, casi al compás, deban ocuparse de que esa «fase del por qué» sea lo más breve posible y no vuelva a repetirse. Basta con censurar la espontaneidad (¡Guarden silencio!), denigrar la imaginación (¡No digan tonterías!) y desterrar de las aulas, los hogares y las calles, la capacidad de asombro y el derecho a demandar respuestas.

¿Qué pasa después? ¿No sería posible otra cuestionadora fase a los treinta, o un rebrote, entre inquisitivo y curioso, tal vez a los setenta? ¿Ya lo sabemos todo? Pues sí. Las preguntas quedan reservadas a los crucigramas, los concursos y las ruedas de prensa del ministro, del torero y de Ronaldo.

(Preso politikoak aske)