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CRÍTICA: «EO»

La mirada coherente e implacable de un burro


A mediados de los años 60, Jerzy Skolimowski se convirtió en todo un referente del nuevo cine polaco con “La barrera” (1966) y “La partida” (1967). Han tenido que pasar siete años desde que se colocó detrás de la cámara en “11 minutos”, siempre atrincherado en un territorio en el que lo social cohabitaba con la poesía cargada de un fuerte componente simbólico afianzado en la realidad.

Cumplidos los 84 años, este veterano ha querido recuperar parte de sus anhelos infantiles con la rememoración de un cuento que le marcó profundamente y que Robert Bresson escribió bajo el título de “Al azar, Baltasar”.

Aquella fábula ha sido readecuada a los tiempos actuales a través del viaje iniciático, surreal y onírico que protagoniza el burro EO, quien no puede evitar las lágrimas cuando es arrebatado a la propietaria del circo junto a la que había vivido hasta entonces su vida.

Ahora se verá en la obligación de recorrer una geografía tan desconocida e inhóspita para él. El burro que fue imaginado por Bresson en su propia adaptación fílmica del año 66, dejaba tras de sí una estela de ternura. En cambio, el burrito de Skolimowski atraviesa una Europa sumida en el caos y la inquietud. Todo ello queda subrayado por el estilo expresionista en el que transcurre un viaje incierto al corazón de la bestia.

Más allá de las lecturas que aporta “EO”, llama la atención el discurso visual, alejado de cualquier atisbo de pretenciosidad, que despliega un director que, en el otoño de su vida. Se atreve con un proyecto muy valiente y que siempre tendemos a relacionar con autores mucho más jóvenes y apegados a la vanguardia.