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La paradójica «superioridad» ucraniana


Es evidente que los Himars, artillería de precisión reforzada a su vez por la inteligencia de telecomunicaciones estadounidense, han vuelto a pillar a contrapié al anquilosado Ejército ruso.

Pero este apoyo occidental no agota la explicación de los periódicos reveses militares rusos, desde el hundimiento del Mosvka hasta la retirada de Jerson, pasando por la explosión hasta sus cimientos del puente de Kerch, que comunicaba la anexionada Crimea con territorio de Rusia.

Los ucranianos sufrieron hace meses ataques igual o más sangrientos contra sus cuarteles militares en Chaplino y en Mikolaiev, pero aprendieron de ello a dispersar a sus tropas. Ello tampoco les inmuniza frente a más ataques ante la flagrante superioridad de fuego rusa.

Pero hay otro factor, y apunta a la pura y dura resistencia. El propio jefe de la compañia mercenaria Wagner, Evgueni Prigojine (el «chef» de Putin) reconocía estos días que los ucranianos han convertido cada casa en Bajmut en una «fortaleza» y que sus hombres, surgidos de la peor ralea, llevan semanas batiéndose para conquistar una sola de ellas. Sabedor, él, de que en sus calles se juega el destino del Donbass. Y, quizás, de la guerra.