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Lula desactiva en dos días el ruido de la ultraderecha golpista

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha desactivado en dos días el ruido de la ultraderecha con un fuerte respaldo popular y decisiones que ya han desalentado a los seguidores más radicales del exmandatario Jair Bolsonaro.

Bolsonaristas se dirigen al campamento frente al cuartel general del Ejército en Brasilia. (Evaristo SA | AFP)

Tal vez el mayor símbolo del significado del regreso de Lula da Silva al poder se veía el martes frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia, donde durante los dos últimos meses acamparon grupos bolsonaristas que, tras la derrota electoral, exigían un golpe militar que impidiera la investidura presidencial.

Del campamento que llegó a reunir a unas 10.000 personas solo quedaban unas tiendas abandonadas y algunos carteles en el suelo, en los que aún se leía “Fuerzas Armadas salven a Brasil”.

La protesta comenzó a mermar la semana pasada, cuando Jair Bolsonaro viajó a EEUU sin billete de vuelta, lo que fue considerado una «traición» por muchos activistas que hasta ese momento creían que iba a «accionar» a los militares.

El domingo, día de la investidura, caravanas bolsonaristas que habían partido de diversos puntos del país hacia Brasilia no finalizaron su camino, después de las que autoridades avisaran de que no podrían llegar al cuartel.

En Brasilia, unas 300.000 personas arroparon a Lula, que recibió al mayor número de delegaciones extranjeras visto en una investidura en el país, encabezado por una veintena de jefes de Estado y de Gobierno.

El desarme: primer paso

El desaliento se completó con algunas medidas adoptadas por Lula inmediatamente después de jurar el cargo, que terminaron de desmovilizar aquello que Bolsonaro, hoy refugiado en Miami, calificaba de «pueblo armado». En su discurso, dirigió un fuerte mensaje contra los «movimientos inspirados en el fascismo» que han surgido en Brasil y «en muchos otros países», y garantizó que su Gobierno no tolerará conspiraciones contra la democracia.

Más allá de las palabras, firmó un decreto que apunta al corazón de algunas políticas de Bolsonaro que ayudaron a dar alas a los más ultras y promovieron la compra de armas por parte de civiles. Derogó normativas dictadas por Bolsonaro, suspendió los nuevos registros de armas, endureció las reglas para su adquisición y determinó que no sean expedidos otros permisos para la creación de clubes de tiro, una de las semillas del movimiento ultraderechista. Además, ordenó que las Fuerzas Armadas hagan, en un plazo de 60 días, una revisión total de los permisos para la compra y porte de armas expedidos desde 2019 y anunció la creación de un grupo de trabajo gubernamental para promover el desarme de civiles.

Las redes bolsonaristas

El movimiento más radical de la ultraderecha, que se estructuró en las redes sociales, ha reducido a mínimos su actividad en internet, acorralado por decisiones judiciales contra la difusión de mentiras y campañas de desinformación «antidemocráticas».

En las últimas semanas, unos veinte activistas han sido detenidos y la Justicia aún busca a algunos de los responsables de unas violentas protestas ocurridas en Brasilia la noche del 12 de diciembre.

En lo político, el nuevo gobernador de Sao Paulo, Tarcísio Gomes de Freitas, exministro y fiel escudero de Bolsonaro, ha comenzado a desmarcarse del capitán y garantizado que mantendrá una relación «republicana» y de «cooperación» con el Gobierno de Lula.

También ha habido movimientos en el Partido Liberal (PL), que fue plataforma para la frustrada candidatura a la reelección de Bolsonaro. El martes, la diputada Flávia Arruda, otra exministra, renunció al PL y argumentó que lo hacía en función de «ideales democráticos» que el partido no ha respetado.