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ALMAS EN PENA EN INISHERIN

Los que esperan a Godot


Filmada como si se tratara de una recreación de una balada irlandesa, los acordes de “Almas en pena de Inisherin” nos llevan cien años atrás y coloca al espectador en una singular tesitura: ser testigos de un espacio en el que el tiempo parece haberse detenido de manera abrupta en una pequeña comunidad que parece orbitar entre el tedio de una mecánica cotidiana que, a través de la cámara del director Martin McDonagh, tiene su principal resumen en la conducta de la amistad que comparten dos personajes que cincelaron su relación entre pintas de cerveza y whisky en la escenografía de una taberna que ya forma parte de ellos.

Aspectos filosóficos

El estribillo que dicta el sentido de esta balada adquiere su rima y sentido más contudente cuando, un buen día, uno de los amigos le dice al otro que hasta aquí hemos llegado, que se aburre profundamente en su compañía y que está cansado de ser parte de conversaciones muy superficiales.

De esta forma, aquella amistad que se forjó durante años llega a un punto de inflexión que parece haber sido dictado por Samuel Beckett y es en esta fase del filme cuando se conjuran en la historia diferentes aspectos filosófico existenciales descritos a modo de comedia costumbrista.

Para dar pleno sentido a la conducta de los dos amigos, Martin McDonagh ha vuelto a contar con los dos actores que participaron en su brillante debut cinematográfico, titulado “Escondidos en Brujas”, y de esta forma, el reencuentro de unos excelentes Colin Farrell y Brendan Gleeson adquiere visos de ser una prolongación de la citada cinta. Del mismo modo, a este suculento engranaje habría que sumar a diferentes personajes secundarios que parecen extraídos de películas de John Ford o de aquellas películas de los Estudios Ealing.