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MI QUERIDO MONSTRUO

El donghua chino progresa adecuadamente


No es lo mismo la animación para el consumo interno, por gigantesco que sea el chino, que su salida al mercado internacional. Y es ahora cuando el donghua empieza a ser conocido, cuando comienza a ser comparado con el anime japonés. Si se mide al estudio chino que está detrás de “Mi querido monstruo” (2022) por la distancia que todavía le separa del Ghibli nipón sale logicamente perdiendo, pero si nos fijamos en largometrajes anteriores de Daysview Animation como “Bobby, el erizo” (2016) se observa una clara mejoría tanto en la parte técnica como en la artística. Tiende a ser más competitivo, y aunque la filosofía que impulsa el guion sea oriental, puede apreciarse una occidentalización en el diseño del héroe, sus gestos y movimientos. Es así para que funcione en la versión doblada de cada país, como lo hacen las producciones de Disney.

Bueno, sería más justo decir anti-héroe, porque la película gira alrededor de la figura del curandero Bai Ze, que es una aventurero del conocimiento al que las cosas no le salen bien. El suyo es un camino espiritual de redención, basado en los principios del taoismo, y deberá encontrar la amonía y el equilibrio que le faltan por pecar de engreido y orgulloso. Tras destruir una isla del mundo de Kunlun, desaparecerá durante siete años expulsado por el consejo de ancianos, para regresar y terminar su obra sanadora.

Según la medicina tradicional china un buen curandero debe saber curar tanto los males del cuerpo como los del alma, y Bai Ze trabaja para salvar a la población de los espíritus oscuros que la atormentan. Todo esto puede parecer muy profundo, pero Jinaming consigue contarlo con el encanto de la magia y el misticismo, para hacerlo entretenido mediante una acción y un humor desdramatizadores.