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Techos


Hace más de diez años que Capi Corrales, profesora de álgebra en la Complutense de Madrid, recordó que los métodos para evaluar los trabajos académicos favorecen a los varones: «Se ha demostrado, por ejemplo, que cuando los trabajos se presentan con los nombres de los autores borrados, los de las mujeres son mucho mejor valorados que cuando se sabe que la autoría es femenina». ¿Qué podríamos decir de la valoración de las mujeres que ejercen la docencia? Pasapalabra. No hay duda de que la marca de género nos posiciona como personas capacitadas o, no tanto. Pero al margen de la necesidad de las mujeres (y por ende de la sociedad) de romper con los techos de cristal o de cemento, existe la cuestión de la interseccionalidad. Nuestra posición socioeconómica funciona como aval a la hora de acceder al desarrollo de todas nuestras capacidades (qué decir de los derechos) como individuos o colectivos. Aquí entra en juego el acceso a la educación de manera igualitaria. Cualquier sociedad que busque un modelo inclusivo necesita su propio modelo educativo público y gratuito, además de innovador. Desde las instituciones públicas no debe fomentarse la diferencia, porque la educación es desde donde podríamos crear modelos alejados de las marcas de género, grupo étnico o clase social. Las elites no surgen de la nada, surgen de cuando tu procedencia, ‘tus apellidos’, te abren el camino per se.