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Deriva de la izquierda


«¡Aserrín, aserrán es el pueblo el que se va!» (Grito montonero a Perón el 1⁰ de mayo de 1974).

Primero aclarar que el general Juan Perón nunca fue un hombre de izquierdas, aunque el peronismo sí que llegó a integrar o en él se llegaron a infiltrar, al ser un movimiento del todo singular, miembros de dicha ideología. Los puntales de su pensamiento político eran la soberanía política, la independencia económica y la justicia social. Era una tercera vía, al igual que la socialdemocracia y los estados del bienestar que surgieron a consecuencia de la Guerra Fría. «Lo mejor de los dos mundos, con tal de que el proletariado europeo no caiga en la tentación de abrazar al comunismo». Pero, como se suele decir: «Muerto el perro se acabó la rabia».

Con la desintegración de la URSS y la disolución del bloque socialista, la izquierda internacional quedó huérfana, la China comunista aún tardaría en emerger como potencia mundial, iniciándose un paulatino desmantelamiento de los estados del bienestar y el progresivo desarrollo del neoliberalismo más extremo, el cual, ya venía avanzando desde la década de los 70 del siglo XX.

Sin este sostén y referente ideológico, la izquierda empezó a perder el rumbo. Cayó presa de la burocracia, del pactismo institucional y gobernante para terminar convirtiéndose en una nueva casta que ya no defiende los intereses de clase,

Imitando al resto de partidos del arco político, tan solo aquellos sindicatos con independencia económica y, por tanto, libertad de acción, son capaces de ofrecer una respuesta a las carencias de la izquierda. Nada que ver con los sindicatos amarillos al estilo de UGT o CCOO, que funcionan a base de subvenciones, mercadeando con los puestos de trabajo y tejiendo una red de favores para poder subsistir.

La banca y las grandes corporaciones se han convertido en neocomunistas, socializan sus millonarias pérdidas a cuenta del erario público. Estas maniobras han terminado por romper el contrato social con el Estado, al redistribuir este la pobreza entre los ciudadanos.

Dicha acumulación de deuda ha hecho que este modelo tenga fecha de caducidad. ¿Será sustituido por el neofeudalismo a través de un sistema autoritario, donde, el poder de las grandes corporaciones esté por encima de la soberanía nacional?

España está prisionera por sus compromisos con los detentadores del poder real (poder económico) y de las directrices que emanan del Gobierno de la UE, un poder de corte colonial que, a cambio de rescates, han obligado a sacrificar la soberanía nacional.

Ante la orfandad en la que actualmente se encuentra el pueblo, compuesto en su mayoría por una clase trabajadora, una clase media empobrecida, así como, por las clases sociales más desfavorecidas (parados de todas las edades y de larga duración, jóvenes, inmigrantes, pensionistas, etc.), ¿dónde están las políticas de izquierdas, la justicia social y el reparto de la riqueza? ¿Si en democracia las mayorías son las que mandan, por qué no se hacen políticas que protejan a la mayoría? La izquierda española actual, así como la periférica o nacionalista, viven una desviación ideológica, solo hablan de políticas progresistas (neofeminismo, neoecologismo...). Las sucesivas reformas (laboral, de las pensiones...) lo único que están consiguiendo es agudizar la brecha entre ricos y pobres, la paulatina eliminación de la clase media. Las grandes corporaciones no dudan en organizarse e idear nuevas estrategias que defiendan sus intereses. Sin embargo, esa mayoría social, ¿a qué está esperando? ¿A la llegada de un mesías salvador?

El futuro está en la organización y la unidad de la comunidad frente a esas corporaciones para la que los ciudadanos tan solo somos meros instrumentos de producción y consumo.