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Falsas banderas, teorías conspirativas y líneas rojas


No es cuestión de caerse de un guindo y descubrir ahora que todos los países realizan operaciones de falsa bandera. Confieso que no siento atracción hacia las conspiratIvas, sean del signo que sean. La del 11-S fue especialmente alucinógena, pero no la única. El criminal ataque químico en el extrarradio damasceno de la rebelde Ghuta Oriental en 2013 y el derribo por un misil ruso de un avión de pasajeros en el Donbass en 2014 son parte de la historia de la desinformación como arma de guerra.

Me resisto a creer, por principio, que Moscú, como sugieren Kiev y las cancillerías occidentales, haya sido capaz de autoatacar con dos drones lo que es el símbolo, y el corazón, del poder político ruso desde hace cientos de años.

No me vale el contra-argumento de que el Kremlin tardó 12 horas en informar del ataque y que lo hizo de forma coordinada, y no histérica. Es lo que se exige, habitualmente, a un país, que controle la gestión de los tiempos.

Tampoco convence la hipótesis de que, con su auto-ataque, Rusia buscaría aumentar el apoyo a la guerra y a nuevos reclutamientos ante la anunciada contraofensiva ucraniana.

A Rusia le basta, y le sobra, con el aval popular, mezcla de nostalgia imperial, indiferencia y miedo, a su campaña militar en Ucrania.

El ataque lleva la firma de Kiev, que tiene drones para ello (los UJ-22), capaces de llevar carga explosiva y de recorrer entre 800 y 1.000 kilómetros (Moscú está a 450 en línea recta). O, en su caso, de saboteadores desde el interior de Rusia que colaboran con Ucrania. De todos, también de los ucranianos, es sabido que los sofisticados sistemas de defensa antiaérea, como el ruso Pantsir tierra-aire, afrontan un desafío ante los drones, y más si son de alas finas y superiores a los cuadricópteros, como sugieren las imágenes en la cúpula del Kremlin.

Todo apunta a una operación-colofón en el marco de los crecientes sabotajes contra intereses rusos en su retaguardia y en su territorio. Pero que no tenía como objetivo matar al presidente ruso, quien pernocta, y trabaja, en su residencia de Novo-Ogariovo, fuera de Moscú. Sino mandar un mensaje en vísperas de los desfiles patrióticos rusos del 9 de Mayo.

Rusia no necesita excusas para seguir castigando a la población ucraniana (ver Jerson). La línea roja sería que Ucrania utilizara misiles occidentales para atacar objetivos en Rusia. Y unos, otros, y los otros lo saben.