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MI CRIMEN

Primero se defienden, y luego pasan al ataque


Lo que más me gusta de Ozon es lo bien que distingue el cine del teatro, por lo que nunca se hace un lío con las adaptaciones, en una lección seguramente aprendida de su admirado Fassbinder, al que sometió a ese doble juego entre escenario y pantalla en su anterior “Peter Von Kant” (2022). Pero “Mon crime” (2023) pertenece a la trilogía de las damas del teatro, junto con “8 mujeres” (2002) y “Potiche” (2010). Que es un mundo femenino creado por el propio cineasta, ya que redimensiona los referentes artísticos que maneja. Una actualización que se hace aún más presente en su nueva realización, basada en la pieza homónima escrita en 1934 por Georges Berr y Louis Verneuil. Ozon se permite la licencia de introducir cambios trascendentales tanto con respecto al montaje original como a las dos versiones cinematográficas anglosajonas hechas en Hollywood. Hasta ahora quien defendía a la protagonista era un abogado, y así en la película de Wesley Ruggles “True Confession” (1937) Fred MacMurray era el compañero de reparto de la estelar Carole Lombard, y en la de John Berry “Cross My Heart” (1946) Sonny Tufts secundaba a Betty Hutton. La responsabilidad de la defensa pasa por tanto a recaer por primera vez y de forma intencionada en una mujer, interpretada por la ascedente Rebbecca Marder, que comparte las secuencias del juicio con la protagónica Nadia Tereskiewicz. En lo relativo al contexto de época la obra teatral surgió al calor de un famoso caso criminal con mujer condenada, que Chabrol inmortalizó en “Violette Nozière” (1978). Y Ozon ha ido a fijarse en la ópera-prima francófona de Billy Wilder “Mauvaise graine” (1934).

La joven sospechosa, vista ahora, aprovecha la acusación que pesa sobre ella para ganar fama y disparar su carrera de actriz, alegando junto a su amiga abogada legítima defensa. No solo se defiende de su abusador sexual, sino que se venga escalando profesionalmente.