GARA Euskal Herriko egunkaria

Madre perdida en la Vall Fosca


Cuando la película se presentó en el festival de Málaga, donde ganó el premio al Mejor Guion, le llovieron las comparaciones con el primer largometraje de Alauda Ruíz de Azúa “Cinco lobitos” (2022). Y no solo por el protagonismo coincidente de la actriz Laia Costa, sino porque ambas historias hablan tanto de la maternidad como de la vuelta al pueblo de la infancia. Es un denominador común en muchas de las realizaciones actuales hechas por mujeres, que no parecen encontrar en la ciudad su verdadero ámbito, como si necesitaran del contacto con la naturaleza, más aún al afrontar la experiencia vital de ser madres. Irene, que así se llama la treintañera que ocupa el metraje de “Els encantats” (2023) parece escuchar la llamada de sus orígenes, que tiene un eco telúrico, que va mucho más allá de los miedos infantiles. El mito se entremezcla con el recuerdo de la edad de los juegos, y así le explica a su acompañante que dentro de la enorme grieta de una roca viven los seres encantados del título, que si te acercas mucho te vuelven como ellos con sus misterioros encatamientos.

Pero la madurez ha provocado en Irene el efecto contrario, y la sensación que domina su realidad del presente es la del desencanto que trae de la gran urbe. Le gustaría encontrar la sanación en su refugio de montaña en el Pirineo de Lleida, en la aldea de Antist, en la Vall Fosca, junto a su viejo tío Agustí. Pero está totalmente perdida, y no termina de encontrarse a sí misma, sin dejar de estar pendiente del móvil, de la comunicación con su hijita de cuatro años, que pasa un tiempo con su padre a resultas de la custodia compartida tras el divorcio.

Elena Trapé sigue con su cámara a tan errático personaje, que diríase vaga sin rumbo por los oscuros laberintos de la soledad, y se toma todo el tiempo necesario para hacer que la audiencia sienta su conflicto interior, cocinado a fuego lento hasta el estallido del clímax final.