GARA Euskal Herriko egunkaria
JOPUNTUA

Toda una vida violando


Eres una chavala, y consigues entradas para ver en directo a ese grupo que te encabrita, pongamos que hablo de Rammstein. Al acabar el concierto, te invitan a una fiesta con tus ídolos, también han podido contactar contigo a través de las redes sociales. Le dices ya en la fiesta privada a Till Lindemann, al cantante, al que admiras, incluso al que deseas, que no quieres follar con él. Lo último que recuerdas es que se puso como un energúmeno, amaneces violada y rota. O decides follar con él, pero la cosa se pone muy chunga, y no puedes pararlo. Las bebidas te las dan en la fiesta, y te dejan sorprendentemente inconsciente. Esa chavala ya son decenas hoy, desde la primera denuncia que se publicó hace pocos días. Till Lindemann: toda una vida violando.

A ver, cuando alguien con quien estas follando se queda dormida, es el momento de parar, a no ser que te haya explicitado lo contrario. Esa es la diferencia entre follar y violar, ¿no? Ya no solo porque la consciencia es absolutamente imprescindible para el consentimiento, también porque desconfío de alguien a quien lo que no le excita, justo, sea la reciprocidad. Prohombres con poder y renombre tramando sistemáticamente encerronas para abusar de chicas jovencísimas. Ellos, tan impunes; ellas, tan indefensas. Hasta ahora.

«Fui tan inocente que me creí la única víctima, las demás pensaron lo mismo». Habla una de las valientes mujeres que fueron abusadas por Kote Cabezudo. Ven, que te hago un book. Ven, que te jodo la vida. Cada vez que osaba denunciarle, él subía a páginas porno más imágenes de ella de aquellas sesiones que fueron tortura sexual. Kote Cabezudo: toda una vida violando. Me contaron que se pasea por el penal con una camiseta en la que ha escrito IGUALISMO. Está claro que tiene que tener un sentido para él, como para Weinstein o Cosby o Domingo: pero qué injusticia más grande que ahora me reprueben, incluso me condenen, cuando llevo toda una vida violando. Es lo que tenemos las mujeres, las mujerizadas, que siempre preferimos intimar despiertas y dichosas, y que ahora nos defendemos juntas.