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Un día después del conato de rebelión se abren muchas incógnitas

Serguei Shoigu y el propio Yevgeni Prigozhin están en paradero desconocido un día después de que Wagner primero se rebelase y luego abortase su marcha hacia Moscú, tras el pacto sellado con la mediación de Aleksandr Lukashenko. Quedan incógnitas sin aclarar.

Tanques del grupo Wagner, en las calles de Rostov del Don. (Roman ROMOKHOV | AFP)

Los mercenarios del grupo paramilitar continuaban ayer la retirada a sus bases tras el acuerdo con la mediación del presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko. Ese pacto desactivó el conato de rebelión liderado por su jefe, Yevgeni Prigozhin, en paradero desconocido aunque debía exiliarse a Bielorrusia. Tampoco se conocía el paradero del ministro ruso de Defensa, Serguei Shoigu, con quien Prigozhin mantenía una lucha por el poder desde hace meses.

Los planes de sublevación del jefe del grupo Wagner contra la cúpula militar, según informaciones de medios estadounidenses, eran conocidos desde mediados de junio por las agencias de espionaje de EEUU. Sostienen que el mandatario ruso, Vladimir Putin, fue informado aproximadamente un día antes.

Moscú empezó a levantar las restricciones impuestas la víspera mientras comenzaban a arreglarse las zanjas abiertas para evitar el paso del convoy de Wagner hacia la capital, cuyo levantamiento mantuvo en jaque durante 24 horas a Putin, quien ayer no dedicó ni una palabra al asunto, limitándose a reiterar que la «operación militar especial» en Ucrania es su prioridad. Medios estatales informaron de que en los próximos días reunirá a su consejo de seguridad para analizar sus objetivos allí.

Prigozhin llevaba meses acusando a los responsables de Defensa, Shoigu y el jefe del Estado Mayor, Valeri Gerasimov, de llevar adelante una estrategia equivocada en Ucrania. Les culpa de las miles de bajas entre las filas rusas.

Putin parece haber sobrevivido, aunque debilitado, a la sublevación, pero la posición de Shoigu se encuentra muy en entredicho después de que los mercenarios de Wagner cruzaran sin resistencia la frontera, tomaran el control del cuartel general del Comando del Sur del Ejército ruso en Rostov del Don, base militar para la invasión de Ucrania, y llegaran en cuatro columnas a unos 200 kilómetros de Moscú sin sufrir una baja, derribando varios helicópteros y un avión militar ruso.

El ministro de Defensa no apareció por ningún lado y, hasta el cierre de esta edición, se encontraba totalmente desaparecido de la esfera pública. Y muchos se preguntaban si los milicianos de Wagner avanzaron tanto por una debilidad del mando militar ruso o si se debió a una decisión deliberada que permitiera la negociación entre Lukashenko y Prigozhin.

Lo que sí se vio en imágenes difundidas ayer fueron las grandes muestras de apoyo a los mercenarios cuando abandonaban Rostov del Don hacia sus bases.

DESESTABILIZACIÓN

En el escenario internacional, ayer se sucedieron las reacciones de aliados y enemigos del Kremlin. EEUU, la Unión Europea y Ucrania hablaron de «desestabilización» del régimen ruso y de la «debilidad» de Vladimir Putin.

El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, señaló que la crisis que estalló el sábado no ha terminado y ha evidenciado grietas en el Gobierno ruso, lo que supone un «desafío directo» al liderazgo de Putin, del que espera que Ucrania saque ventaja.

Bruselas consideró que es «una noticia muy preocupante para el Kremlin» que perdiera el «control» durante las 24 horas que duró el intento de rebelión, un hecho que tendrá consecuencias «a medio y largo plazo», si bien aún «es pronto» para saber cuáles.

Kiev considera que Prigozhin «humilló» a Putin, evidenció el desgaste de su poder y marcó el inicio del desmantelamiento de su sistema.

Putin recibió el apoyo de China, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Corea del Norte e Irán.