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SIN MALOS ROLLOS

En territorio virgen


Hace cuatro años, Gene Stupnitsky se sacó de la chistera una hilarante comedia titulada “Chicos malos” en la que asistíamos a las peripecias políticamente incorrectas de tres chavales que, en su despertar a la vida y a los placeres del sexo -aunque tan solo fuese una “fiesta del beso”-, no dudaban en robar y cometer todo tipo de fechorías.

A través de un discurso vitriólico, el espectador disfrutaba con las accidentadas peripecias de unos personajes inusuales en sus formas y contenidos. En esta oportunidad, Stupnitsky ha querido subvertir o amplificar en términos grotescos las llamadas comedias de adolescentes, productos que surgen en cuanto asoma el sol y los calores no pueden combatirse con salas de cine refrigeradas.

Calores virginales

Teniendo claro que se trata de una comedia sexual y sobre hormonas disparadas, su director ha querido plasmar en la pantalla un refrito de situaciones ya vistas en anteriores ocasiones pero convenientemente subvertidas. Ejemplo de ello es el guiño que nos asalta desde el reparto y que tiene que ver con la presencia de Matthew Broderick. No obstante, y aquí radica su principal lastre, “Sin malos rollos” se planta en un territorio intermedio y acomodado, entre las comedias típicas y la insurgencia más zafia e hilarante de los hermanos Farrelly.

Es una lástima que el director no haya querido exprimir al máximo su saludable intención inicial y la historia derive hacia derroteros en los que afloran demasiados sentimientos. Por contra, en su explosivo arranque y buena parte del metraje, se trata de una comedia burda, seductora y eficaz, y lo consigue gracias a la presencia de una Jennifer Lawrence que ha debido disfrutar de lo lindo sacando a relucir su lado más gamberro y metiéndose en un rol “incómodo”.