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EDITORIALA

Para poder vivir y disfrutar en paz y en libertad


Una nueva concentración, convocada por el movimiento feminista y secundada por las peñas y por las instituciones, reunió anoche a miles de personas en Iruñea para denunciar la agresión sexual sufrida por una joven el pasado día 8 de julio. En estos sanfermines se han denunciado ya más de veinte agresiones sexistas, siendo esta la más grave de las conocidas hasta el momento. Un hombre fue detenido por ella y, tras pasar por sede judicial, quedó en libertad con orden de alejamiento. El primer recuerdo en la movilización de la Plaza del Castillo fue precisamente para la víctima.

Es terrible que no se den las condiciones de seguridad mínimas para que las mujeres disfruten en libertad de la fiesta. Es insostenible que la mitad de la población tenga que vivir en tensión y riesgo. Las mujeres participan de este acto social con un piloto permanentemente activado, un mecanismo de defensa que forma parte de un aprendizaje traumático, en diferentes grados, pero que en el fondo siempre es violento. Por eso son necesarias normas basadas en el consentimiento. Ayer hicieron un llamamiento a los hombres para que no permitan ningún tipo de agresión en sus entornos y corten las dinámicas machistas. Es inaceptable que las mujeres sean ciudadanas de segunda, sujetas de derechos condicionados, subordinadas a deseos ajenos y limitadas por estructuras de poder discriminatorias. Tener que soportar además el negacionismo de la violencia sexista es incomprensible. No hay derecho, y ayer lo volvieron a denunciar en Iruñea.

A pesar de que todos los años se repiten las agresiones y las concentraciones, a pesar de que en este momento histórico hay una impugnación bestial del feminismo, son innegables los avances que se han dado en este triste ciclo movilizador que va desde la muerte de Nagore Laffage hasta estas últimas agresiones, pasando por el caso de «La Manada». Además, en esta lucha por la emancipación no hay margen para la resignación. Ante semejante ola reaccionaria, el movimiento feminista y la sociedad vasca deben ser capaces de tejer esa gran red de defensa de los derechos y las libertades.