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CRÍTICA: «BARBIE»

Surrealismo, empoderamiento y un talón insurgente


La firmante de “Lady Bird” y “Mujercitas” sorprende gratamente tras salir más que airosa de algo que, sobre el papel, parecía disparatado. Rodar con personajes de carne y hueso una película sobre una muñeca que siempre ha representado los estándares más retrógrados, se ha transformado, por obra y arte del dúo formado por la directora Greta Gerwig y su habitual cómplice Noah Baumbach, en una saludable y festiva reivindicación en torno al empoderamiento y la subversión de las modas, medidas y abusos.

Lo que podría haber sido considerado como un interminable anuncio publicitario de la muñeca Mattel, eclosiona en la gran pantalla mediante una historia interesante en el que lo real y la ficción coquetean de manera saludable.

“Barbie” arranca con una secuencia que deja a las claras sus intenciones y que rememora la icónica secuencia de Kubrick en su “2001: una odisea del espacio”. El encuentro entre los simios y el monolito se altera con la presencia de niñas que ya no quieren representar con sus muñecas roles maternos y, emergiendo, una gigantesca y totémica Barbie de carne y hueso que prende la mecha rosa de lo que se desarrollará a continuación: las primeras dudas existenciales que provocan que la muñeca rubia abandone su habitual entorno de diseño kitch de colores rosáceos y cruce la frontera que le llevará a un mundo real en el que los hombres seguimos interpretando nuestros acostumbrados roles.

En este su viaje iniciático, la protagonista nos guía a través de secuencias chispeantes, reflexivas e hilarantes, y buena parte de culpa de que este proyecto haya llegado a buen puerto se debe a la complicidad entre Margot Robbie y Ryan Golsing.