GARA Euskal Herriko egunkaria
DE REOJO

Muerte de un periodista


Es difícil recordar una unanimidad tan evidente ante una muerte como la que ha concitado el fallecimiento del periodista Ramón Lobo. En los obituarios se congelan las discrepancias y se aumentan las loas, pero en esta ocasión hay elementos diferenciadores porque asumió su enfermedad con una total conciencia, sabiendo que sus días estaban contados y los fue descontando de su actividad sin olvidarse de posicionarse políticamente ante lo que estaba sucediendo.

Conocidas eran sus crónicas de las diversas guerras que cubrió con una disposición periodística apoyada en una actitud ética que se fundamentaba en su posición ante los hecho por tener una visión del mundo precisa y que intentaba que no sirviera de excusa ni de palanca para narrar los hechos de esos momentos históricos en donde la humanidad se convierte en una entelequia entre el ruido de las bombas y el olor de la destrucción. Espacio limitado para la reflexión, pero donde la narrativa fehaciente, la capacidad para explicar los acontecimientos vividos en el frente de un manera que aporte a quienes los leen datos, además de impresiones, es decir emociones y contexto. Era un gran tipo, buen periodista y escritor, alguien interesado en la vida y sus circunstancias. Su mirada a África era fundamental para entenderla.

Todo cuanto nos llega de EEUU desde hace meses, quizás años, nos habla de lo contrario, de la decadencia, de lo indeseable, de cómo ese poderío militar indecente es lo que hace entender que estamos ante la muestra más peligrosa de lo que es el Tercer Mundo pero con poderío nuclear explícito.