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CAMPEONATO DEL MUNDO

Un triunfo histórico, otros más importantes y algunos por venir

El Mundial de Australia y Nueva Zelanda ha acabado con la victoria, por primera vez de España y otros triunfos no menos importantes, como la constatación del crecimiento exponencial, geográfico y social del fútbol femenino, reflejado en la competitividad de las selecciones más humildes, la calidad y preparación de las nuevas generaciones y los récords de asistencia y seguimiento.

(Marty MELVILLE | AFP)

El mismo día en el que Australia caía sin poder rubricar su mejor actuación en un Mundial con una medalla, el primer ministro Anthony Albanese anunciaba la puesta en marcha del programa “Play our way” para el fomento del deporte femenino, en el que su gobierno invertirá 200 millones de dólares. El mismo día en el que España conquistaba su primer Mundial femenino, «asqueroso», «abuso» o «baboso» encabezaban los trending topics en el país, después de que el comportamiento inaudito del presidente de la Federación española, aderezado por el blanqueamiento de los principales medios de comunicación del Estado, opacaran el éxito de su selección.

El título que celebra el equipo rojigualdo gracias a una actuación sensacional a lo largo del último mes, en el que su único borrón deportivo fue la goleada que encajó ante Japón, es el sueño con el que llegaron a Australia y Nueva Zelanda otras 700 futbolistas, que no dudarían en cambiarse ahora mismo por las españolas pero ha habido otras victorias, quizá más importantes.

El camino ascendente que recorre el fútbol femenino convierte cada Mundial en un espectáculo mejor. La progresion es geométrica y se extiende geográficamente. La ampliación del torneo a 32 participantes generó dudas pero se ha revelado un acierto. Se mantienen los escalones, directamente relacionados con la inversión de las federaciones y la profesionalización de las ligas nacionales, pero ya no son insalvables. Ha habido excepciones muy contadas pero incluso las selecciones humildes, debutantes incluidas, se han mostrado capaces de competir. De tú a tú en muchos casos, hasta el punto de que se ha acabado viviendo con naturalidad que Colombia vendiera cara su derrota ante Inglaterra en semifinales o que la madera salvara a Estados Unidos en el último minuto ante una Portugal que había tenido que superar dos repescas para disputar por primera vez el torneo. O que campeonas y favoritas hayan ido cayendo de una en una desde fases tempranas -Alemania se marchó por primera vez en fase de grupos, Estados Unidos, que siempre había acabado en el podio, cayó en octavos...- hasta llegar a una final y un ganador inéditos.

Tampoco es casualidad que en este Mundial se haya producido un relevo generacional a gran escala. Cuestión de edad, claro, pero Marta, Sinclair, Rapinoe o Seger ya habían superado la treintena en el Mundial anterior y ha sido en éste cuando han cedido el testigo definitivamente. Se lo han arrebatado futbolistas que, al margen de los talentos naturales capaces de sobresalir casi en cualquier condición, han contado con más y mejores medios desde edades bastante más tempranas que sus predecesoras. Entrenadores titulados, preparadores físicos, de porteras, nutricionistas, recuperadores, psicólogos... Cada herramienta se traduce en jugadoras mejor preparadas física, técnica y mentalmente.

Todo ello repercute, o debería, en su bienestar. E indudablemente lo hace en seguimiento, audiencias y afición presentes y futuras. Confirma así, por un lado, a las niñas, como destacaba Irene Paredes antes de la final, que el fútbol, el deporte, también es su sitio. Y, por otro, constata a quienes piensa en términos exclusivamente económicos que la inversión revierte -incluso con el considerable aumento de premios, los ingresos han cubierto el presupuesto del Mundial-. Y hay quien recoge el guante. Como Australia, aunque con cifras más modestas, la actuación de Colombia y el apoyo de su afición ha convencido a su presidente Gustavo Petro de destinar dinero a la creación largamente demandada de una liga profesional.

Lo cual, por otro lado, refleja una realidad menos amable, que el salto continuo que protagoniza el fútbol se ciñe casi en exclusiva al césped y las decisiones siguen en manos de los hombres... Por eso hay todavía selecciones que dependen de donativos particulares, seleccionadores acusados de abuso sexual que siguen en su cargo, jugadoras represaliadas por demandar mejoras en sus condiciones de trabajo y hasta un presidente de la FIFA recomendando elegir «las luchas correctas para convencernos a los hombres». Algunas victorias hay que batallarlas aún.